10 de agosto de 2008

INFIERNO



La esperanza duró exactamente 30 minutos. Hasta ahí, Los Pumas no sólo ganaban por 9-0, sino que dominaban a su rival a base de tackles, presión, máxima concentración, atrevimiento, adaptación a las nuevas reglas y disciplina. Incluso arañaron el try en una acción que a centímetros del ingoal se frustró por un penal de Rodrigo Roncero en su un ruck. Unos instantes después comenzó, como se prevía, el viaje al infierno. Los Springoks quebraron una vez y a partir de ahí apabullaron a los argentinos al punto que desde afuera el sufrimiento requería que el partido concluyese lo antes posible. Fue, al fin, un 63-9 que incluyó 9 tries en contra y ninguno a favor y que se convirtió en la vitoria más abultada de las 13 que los sudafricanos cosiguieron frente a la celeste y blanca. Más aún: dejó al equipo argentino con varios lastimados, al punto que debieron ingresar todos los que estaban en el banco.

Es, sin dudas, una derrota dura, pero que no debe hacer perder la cabeza. Los Pumas, mientras tuvieron piernas, mostraron nivel internacional y mejoras con respecto a los tres test de junio en la Argentina. En otras circunstancias distintas a estas (recordar: lesionados, no cedidos y, fundamentalmente, los procesos de preparación absolutamente opuestos entre uno y otro equipo) seguramente los Boks hubiesen ganado, porque son mejores, pero quizá no por esta diferencia.

Uno de los interrogantes era hasta dónde les iba a dar el físico a los argentinos. Bien, el plan, bien ejecutado, aguantó 30 minutos. Según Agustín Pichot, “una enormidad” para un equipo que volvía de las vacaciones. Hasta ahí, Los Pumas sorprendieron a una Sudáfrica que, al menos por lo que se apreció por televisión, salió como subestimando el compromiso.

Tres penales de Felipe Contepomi pusieron un 9-0 que reflejaba lo que ocurría en la cancha. Bien temprano, sin embargo, aparecieron los problemas. La maldición de los pilares continuó con Pedro Ledesma, quien debió abandonar la cancha a los 8 minutos y medio con una lesión en una de sus rodilla. Más tarde también se marchó lastimado Roncero. O sea, de los cuatro pilares que fueron a Sudáfrica en la lista inicial, dos quedaron afuera antes del test y los otros dos no completaron los 80 minutos.

Después de una gran jugada de varias fases (a esa altura, además, Los Pumas estaban haciendo una enorme tarea en la reuperación de pelotas en los rucks), el equipo estuvo a centímetros del ingoal. Iban 30 clavados. Un minuto y medio más tarde, los Boks ganaron un scrum y, con las ventajas de las nuevas reglas para los que atacan, Jean de Villiers apareció lanzado como un avión. Quebró dos tackle y el otro centro, Adrian Jacobs, apoyó el try. Eneguida llegó el golpe de nocaut: el debutante wing Jonge Nokwe hizo malabarismos por la derecha esquivando a tres rivales y anotó otro try.

El resultado ajustado con que concluyó el primer tiempo (14-9) no dejaba, sin embargo, expectativas. Estaba claro que Los Pumas ya habían dado todo lo que tenían. El asunto era saber hasta dónde iban a seguir resistiendo y en cuánto iba a parar la cuenta. Encima, Juan Fernández Lobbe, el mejor junto a Federico Martin Aramburú, había terminado con un fuerte esguince en el cuello. Entró para probar porque es un Puma de ley, pero a los 5 minutos no pudo más. Tampoco estaba bien Felipe, quien gracias a su enorme amor propio aguantó todo el partido.

Lo que siguió fue un festival Springbok. Se largaron a jugar todo y a aprovechar cada hueco en el centro de la cancha y cada pelota recuperada. El try del enorme octavo Pierre Spies fue un calco de uno de los del Mundial. Y vinieron otro 6 más: dos de J.P.Pietersen, dos del recién ingresado Joe van Niekerk, uno de Fourie du Preez en la segunda pelota que tocó y uno más de Bismarck du Plessis.

Habrá que rearmarse ahora. Seguir buscando el equipo para el futuro, tratar en la ventana de noviembre en Europa de defender el cuarto puesto en el ranking y de aguardar de las decisiones políticas de acá y, fundamentalmente, del poder del rugby, para saber si alguna vez Los Pumas podrán afrontar este tipo de partidos en condiciones normales como cualquiera de los otros seleccionados que están arriba en este deporte.

El camino no es para nada sencillo. Quedó otra vez demostrado en este sábado donde hubo fiesta completa para los sudafricanos en el Ellis Park. Nelson Mandela, ausente con aviso, recibió como regalo una goleada por sus 90 años.

FUENTE: periodismorugby