30 de junio de 2009

SUDAFRICA SE LLEVA AL MEJOR


PARIS, Francia (dpa).- Juan Martín Hernández, uno de los mejores jugadores de rugby argentino, abandona el Stade Français y jugará la próxima temporada para el Natal Sharks de Durban en Sudáfrica.

Según informaron medios franceses, la transferencia se concretó hoy pocas horas antes del cierre del libro de pases del rugby francés, a la medianoche local del martes. El Mago Hernández estaba siendo sondeado por varios clubes de Europa y en Francia se pensaba que pasaría al RC Toulon , pero el apertura (y otras tantas veces fullback) jugaba para el Stade parisino desde 2003 y estaba considerado el mejor jugador del club y uno de los mejores del torneo galo.

En Durban, Hernández firmará contrato por un sola temporada, se anunció. Según Le Figaro, se trata de "una pérdida inmensa para el rugby francés". El diario explica que Stade necesitaba dinero, y que Hernández se convirtió en "prescindible" luego de una temporada algo decepcionante, en la que marcó solamente 79 puntos, frente al récord de 227 de dos años atrás.

Juani, que cumplirá 27 años el próximo 7 de agosto, comenzó su carrera en el Deportivo Francesa. En 2004 ganó el torneo francés con el Stade y en 2006 fue "apertura del año" en el país europeo. En 2007, luego de llevar a Los Pumas a unas inéditas semifinales del Campeonato Mundial, estuvo esa temporada entre los cinco nominados para "Jugador del Año" de la federación internacional IRB.

fuente: canchallena

28 de junio de 2009

ESTADO

El rugby argentino ha concretado hoy un episodio histórico: por primera vez en su centenaria vida aceptó ayuda del Estado. El hecho está enmarcado dentro del PladAR y el acuerdo con la Secretaría de Deporte de la Nación consiste no sólo en una partida económica mensual a modo de beca para 40 jugadores, sino también en la utilización de una importante serie de beneficios que consisten en elementos médicos y de entrenamiento y becas de estudio en universidades privadas.
Cada uno de los jugadores que están en el PladAR desde febrero pasará a recibir 1.000 pesos mensuales del Estado que no se agregan al acuerdo original con la UAR, sino que pasan a formar parte del mismo.
El convenio se brinda dentro de lo establecido por la Ley del Deporte, en la que se autoriza un incentivo económico para deportistas amateurs de alta competencia.
El acercamiento entre el Estado y la UAR comenzó a forjarse hace unos meses en el marco de una charla acerca de los acontecimientos previstos para el Bicentenario. Allí, el secretario de Deportes, Claudio Morresi, destacó la voluntad política de apoyar el proceso que lleva adelante el rugby con el alto rendimiento y así se terminó de cerrar este acuerdo que fue presentado oficialmente este mediodía en el CENARD.
“Celebramos que el rugby se haya unido por primera vez a la gran familia del deporte argentino junto al resto de las disciplinas”, le comentó hoy Morresi a este blog.
Históricamente, el rugby argentino se mantuvo al margen no sólo de la ayuda estatal, sino de cualquier otra agrupación como la Confederación Argentina de Deportes (por decisión propia) y del Comité Olímpico Argentino (al no ser el rugby un deporte olímpico).
Pero los tiempos han cambiado y si el rugby es aceptado en octubre como deporte olímpico, seguramente la ayuda del Estado será mayor.
Ocurre que esta situación se da en momentos en el que el PladAr está envuelto en una polémica, ya que la URBA no lo acepta dentro de su jurisdicción.
En una muy didáctica nota publicada hoy por La Nación, el presidente de la UAR, Porfirio Carreras, se encargó de remarcar que los jugadores que están bajo la órbita del PladAr “no son profesionales”.

fuente: periodismo-rugby

23 de junio de 2009

TIEMPOS

Apenas un año ha transcurrido desde el debut de Santiago Phelan como head coach de Los Pumas. Con 10 partidos en el medio: cinco acá y otros tantos en el exterior. Cuatro victorias (en Rosario, Roma, Salta y Vélez) y seis derrotas (en Vélez, Córdoba, Johannesburgo, París, Dublin y Manchester). Capítulos que tuvieron sus altibajos pero que no deben analizarse sólo desde el lado de los números.

Desde aquel test ante Escocia en Rosario post Bronce mundialista hasta este partido del sábado con los Barbarians Franceses en Vélez, el balance para Los Pumas puede considerarse positivo al menos por dos cuestiones que, se insiste, no tienen que ver con los resultados: el probar jugadores con vistas al recambio e intentar variantes al esquema de juego.

Para esta serie de junio, el staff técnico convocó a 30 jugadores y todos tuvieron al menos un rato en cancha. En la gran mayoría de los puestos se ensayaron dos alternativas y todos tuvieron la chance de mostrarse. Dato agregado: en la era Phelan ya fueron 47 los jugadores que se calzaron la camiseta Puma.

Esta decisión sana de probar dio algunos frutos en puestos en los que se abrían grandes incógnitas: Alfredo Lalanne demostró que puede pelear por la 9 junto a Nicolás Vergallo (y queda Agustín Figuerola, lesionado antes de los test); Genaro Fessia rindió de manera óptima como 6; Lucas González Amorosino es una buena alternativa para el 15 que dejó vacante Ignacio Corleto; Santiago Fernández rindió a lo grande en el centro con el agregado de que también puede jugar de 10; Marcos Ayerza cumplió como 3 aunque sea 1 y Gonzalo Camacho se ganó un lugar en una de las puntas.

La serie también dejó en claro que este equipo tiene pilares indisolubles entre los veteranos de mil batallas (Mario Ledesma y Rodrigo Roncero) y los consagrados en el último Mundial (Patricio Albacete, Juan Fernández Lobbe, Juan Leguizamón, Horacio Agulla y Gonzalo Tiesi). Con un crack de lujo como Juan Hernández y con otro emblema que volverá en noviembre, el capitán Felipe Contepomi.

Dentro de ese panorama, Los Pumas lograron también una importante prueba de carácter. De Manchester a Vélez hubo un cambio abismal. En eso de la mística histórica se puede estar tranquilo.

Además, se intentó, a veces bien y otras no, con otro esquema de juego, menos rígido y con más fases. Salió en Salta y se buscó siempre en Vélez, aunque con menos resultados. Pero hay una idea que, como todo, necesitará sus tiempos.

Pero de este mes intenso en el plano internacional para el rugby argentino hay que agregar a los Jaguares, la segunda plataforma que ha lanzado la UAR como emblema del PladAR. Llevan más partidos en el año que Los Pumas (7 contra 3) y tendrán también más en lo que resta del 2009.

Después del lanzamiento ante Namibia, los Jaguares se distribuyeron en dos frentes: la Churchill Cup y el Sudamericano, con eje principal -por la categoría de los rivales- en la primera competencia, que concluyó este fin de semana en Denver, Colorado.

Los Jaguares y el PladAR han demostrado que pueden ser una fuente más que interesante de contribución a Los Pumas. Por jugadores y por línea de juego, que está emparentada con lo que pretende el seleccionado mayor. No olvidar un detalle fundamental: Phelan es el head coach de todos los seleccionados.

O sea, entre Pumas y Jaguares de la Churchill, en este mes se calzaron la celeste y blanca 56 jugadores; actuaron todos. Con un dato saliente: 25 juegan acá. A ellos hay que agregarles los 26 que fueron al Sudamericano.

Habrá que ver cómo se dan el futuro otras decisiones, que no pasan por los jugadores. Acá y afuera, porque en rigor de verdad nada cambió el tercer puesto en el Mundial y nada cambiará hasta Nueva Zelanda 2011. Y mantener la paciencia en la crítica. El camino se está recorriendo. Es largo y complicado. Necesita tiempos.

fuente: periodismo-rugby

22 de junio de 2009

17 de junio de 2009

12 de junio de 2009

LA OBSERVACION DE LOS PAJAROS - ROBERTO FONTNARROSA

Uno abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano, no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos. ¿O acaso uno piensa o alguien se acuerda de cómo salieron en el primer partido del año 75? ¿O en el segundo? Ni uno mismo lo sabe. Ni se acuerda. Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo, una alegría enceguecedora pero que al día siguiente se va, desaparece sin dejar huellas físicas visibles, como la varicela. Seguro que no hay casi nadie en la cancha. Casi vacío el Parque. Mañana dirá el diario que el partido concitó poco público. Que la campaña irregular de los sempiternos rivales, la promesa de un mal partido y la amenaza de un nuevo empate alejó a las parcialidades, por supuesto. No tiene importancia el partido. Si se pierde, habrá un chisporroteo urticante durante un rato, alguna carcajada extemporánea, una mirada sobradora, pero nada más. Nada más. Pero será un empate. Quedan 45 minutos apenas, si es que ya ha empezado el segundo tiempo. 45 minutos. Pero ¿cómo es posible que tarden tanto en pasar 45 minutos? ¿Cómo puede ser que se transformen en una eternidad inacabable? La cosa es no mirar el reloj. No mirarlo nunca. Entonces, de pronto, cuando uno en un reflejo natural y entendible de animal urbano mira el cuadrante, ya han pasado 40 minutos o 43, no queda nada. Dos minutos apenas, un suspiro, una minucia de tiempo, un preámbulo mísero al gesto altivo del árbitro que levanta la mano derecha y muestra a los jugadores, a la tribuna y al mundo que adiciona dos minutos solamente, que le importa un carajo que haya habido ocho de demora por choques y turbamultas y que está dispuesto a cortar el clásico lo antes posible con la tranquilidad de haber sacado el partido sin problemas mayores ni expulsiones injustas. Es así. Pero lo más jodido son los primeros 20 del segundo tiempo, eso es lo jodido, uno cavila. Allí todavía los equipos quieren llevarse los dos puntos y el local especialmente, carajo, se lanzará al ataque obligado por su condición de dueño de casa. ¡Y los nuestros son tan boludos que siempre se desconcentran en los primeros minutos! Entran dormidos, no encuentran las marcas, les meten goles imbéciles tras un rebote. Goles boludos... ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¡Un bocinazo! ¡Hay un gol! ¡Alguien festeja! Si se escucha otra bocina no quedan dudas, ya se celebra... Pero no hay nada. Vuelve el silencio. Uno camina y percibe un golpeteo sordo, un tam-tam opresivo desde el lado de adentro del pecho. La boca pastosa ¿cómo mierda pueden tardar tanto en pasar 45 minutos? Si uno va a comer por ejemplo, o a tomar un café y está allí, al pedo, charlando, mirando a la gente, distraído y de pronto cuando mira el reloj, ya se le ha pasado más de una hora. ¿Cómo es posible esa diferencia de densidad en el tiempo? Es más, hace muy poco, digamos ayer sin ir más lejos, uno estaba en el patio de su casa jugando a los soldaditos y ahora, de golpe y porrazo, ya tiene la edad que tiene y se le ha caído el pelo de la cabeza. Hace horas prácticamente, se reunía con los compañeros de la secundaria festejando la finalización del quinto año, estrechab la mano de Podestá, jodía con Carelli y de pronto, en un soplo, está aquí, caminando por las calles del barrio como un prófugo, como un linyera, como un fugitivo, tratando de que pase de una buena vez por todas ese puto clásico con el resultado que sea. Eso mismo. El resultado que sea. Victoria, empate o derrota. Incluso derrota. Porque la derrota, cuando se acepta, cuando se instala, invade el cuerpo como una medicina amarga pero relajante, resignada. Lo que a uno lo destruye es la ansiedad. Dos semanas, tres semanas, cuatro, esperando que llegue el día preanunciado. Séptima fecha de las revanchas. Y lo inapelable de lo indefectible. Esa bola en el estómago que se va formando en los comentarios previos, durante el partido con Vélez, durante el partido con Ferro, durante el partido con Boca, en torno al clásico que se acerca. La fiesta de la ciudad... ¡justamente! Se van a la concha de su madre con la fiesta de la ciudad. Feliz es ese perro que cruza la calle. Se oyen incluso las pisadas acolchadas de sus patas sobre el empedrado, tal es el silencio de la siesta. No sabe nada del fútbol, no sabe nada del clásico, no le importa un sorete el resultado. ¿Y eso? Alguien gritó. Sí. Alguien gritó. En una casa cercana se elevó un grito. ¿Hombre o mujer? Si es mujer puede que no haya pasado nada. Un reproche a su hijo tal vez. Si es de un hombre puede ser un gol. Aunque hay muchas mujeres terriblemente fanáticas también. Es más. Son las peores con las cosas que les gritan a los jugadores en la cancha. La casa es humilde. Puede ser gol de Central, entonces. El barrio es un reducto canalla. Pero ahora está todo muy mezclado. Antes los verduleros eran de Central y los oligarcas leprosos. Pero ahora uno ve conchetos que son canallas y unos grones impresionantes que son leprosos. Se ven incluso niños con la rojinegra muchas veces. No hay seguridad por lo tanto de que ese grito de alborozo provenga de un centralista. De todos modos, no se repite. Uno mira hacia el entorno como un indio. Olfatea el aire, para las orejas, gira la cabeza buscando indicios en el aire. No se puede sufrir tanto. Tal vez sea mejor ir a la cancha. Uno está allí in situ, en el lugar propiamente dicho de los hechos. Enclavado en medio de la popu, mirando lo que pasa, sin necesidad de adivinar nada ni de que se lo cuenten. Pero hay que ir muy temprano, cuando empieza la reserva. Y pararse y sentarse, y pararse y sentarse y pararse y sentarse cada vez que hay una situación de gol hasta que al fin se paran todos para siempre y se termina esa historia. Hay que estar más entrenado que los jugadores, carajo. Estrujado, además, por la sudorosa multitud bajo el sol inclemente del estío. Y ver el insufrible espectáculo de los lepras cubiertos de banderas gigantescas, saltando y gritando como demonios en la bandeja de enfrente. Porque no se puede ir a las plateas y correr el riesgo de quedar sentado junto al enemigo. Y después, la otra, la verdad: de visitante, sea en la Bombonera, en el Gasómetro o en el Monumental, es muy pero muy probable que te rompan el culo. Históricamente ha sido así. Y el regreso es duro. Pero lo peor es la radio. Es mucho peor que ir a la cancha. Es como pelearse con un tipo en una habitación a oscuras. Los relatores asumen la responsabilidad frente a sus oyentes, y más que nada frente a sus anunciantes, de dotar de dramatismo al espectáculo, esa verdadera fiesta del fútbol rosarino. Por lo tanto, los remates siempre salen rozando los maderos, las atajadas siempre revisten la condición de milagrosas y los ataques en profundidad despiden invariablemente un definitivo aroma a gol. Hay que guiarse entonces por el estallido de la tribuna, allá, en el fondo. El rumoreo de la indiada como telón de fondo del tipo que transmite. Uno escucha el “Uhhh” que se transforma en “Ahhh” cuando todavía el relator no ha alcanzado a gritar que esa pelota se viene como balazo de pedo o que volvimos a perder una ocasión irrepetible. Uno escucha el estallido lejano cuando el tipo aún está anunciando que llega el centro y ya sabe que el grandote de ellos saltó y te la mandó a guardar. En la cancha al menos, uno ve dónde está el wing, dónde se fue esa pelota y a qué distancia real del arco se desarrolla la jugada. Aunque también está el recurso de escuchar otro partido y esperar la conexión con Rosario. River-San Lorenzo por ejemplo, que conectará a cada momento con la emoción que se vive en el Parque Independencia en otra edición de uno de los clásicos más antiguos de nuestro fútbol. Pero allí la cosa suele ser peor. El corazón está inerme ante el sablazo fatal de la noticia. Antes por lo menos, con Fioravanti —un caballero de la radiofonía deportiva— alguien te anunciaba: “Atento Fioravanti”. “¡Atento Fioravanti!” llamaba un tipo. Entonces uno se agarraba de las almohadas, por ejemplo —si estaba tirado en la catrera— daba una vuelta carnero sobre el lecho, mordía la sábana y aguardaba, como un pelotudo, como un cordero ante la destreza final del matarife, el golpe artero. Podía ser que llamaran desde otra parte, supongamos, desde Platense en Manuela Pedraza y Cramer, después de todo. O bien desde el coqueto estadio Atlanta, para anunciar un gol de un ignoto puntero izquierdo. A veces uno, antes, un segundo antes, percibía detrás de aquel llamado cobardemente anónimo el corto e inusual estallido del público, de algún público, más parecido al sonoro griterío de los locales que al apagado de los visitantes y entonces intuía, detectaba, temía, que el llamado fuese desde Rosario. Y para colmo, Fioravanti demoraba la conexión comentando, preciso y atildado, que en esos momentos, los bravos muchachos azulgranas estaban armando la barrera, la empalizada, el valladar, el muro de contención... Pero aquel anuncio, el “¡Atento Fioravanti!”, alertaba el espíritu, prevenía la psiquis y disponía el terreno para recibir el dolor supremo o la alegría enceguecedora. En cambio ahora no. Ahora, de buenas a primeras descaradamente, crudamente, ferozmente, un desaforado se mete en la transmisión vociferando “¡Gol de Boca!” y a la mierda. Uno queda aterido, trémulo, abofeteado, pensando que en esas tres palabras pudo haber cambiado el sentido de la vida, el eje del movimiento del mundo y el sentido mismo de nuestra existencia sobre la Tierra. Por eso, por preservación tal vez, uno puede decidir que no quiere saber absolutamente nada sobre el partido. No quiere verlo ni escucharlo, ni siquiera enterarse del resultado hasta el momento exacto del pitazo final. ¿Por qué? Porque uno sabe que todo sufrimiento tiene un límite, que su cansado corazón no podrá aguantar el trámite, que la angustiosa transmisión radial se sumará a la tensión propia hasta alcanzar ribetes intolerables y que prefiere, en suma, conocer el marcador ya puesto de un impacto seco, un manotazo duro, un golpe helado. Sin embargo encerrarse en un ropero, en la piecita chica de la terraza, puede ser ocioso. El sonido radial es finito, incisivo, líquido y se filtra por las paredes. Usted conoce que su vecino suele estallar en un mugido estremecedor ante los goles. y están también las lejanas bombas de estruendo. Y las bocinas... El cine puede ser. El cine es una opción. Pero siempre habrá en la platea casi desierta del domingo a la siesta, filas más atrás, otro cobarde con una radio portátil incrustada en el oído. Uno, sensibilizado como un animal en carne viva, pese a las tinieblas lo ha visto y asume desde ese mismo momento, que Sharon Stone podrá ponerse en bolas una y mil veces, que Michael Douglas podrá agarrarse los huevos contra una puerta en repetidas ocasiones, pero que, a uno solo lo tendrá sobre ascuas ese mínimo canturreo oscilante y rápido que más que escuchar, adivina y que proviene de la radio del hijo de mil putas de la fila de atrás que hubiese podido elegir otro cine para refugiarse. Por eso, ahora uno está en la calle. Intentó ver televisión y fue lo mismo. Tomó café, dio vueltas por la cocina pero el tiempo se había detenido en la casa como aquel tiempo que diseñara Bioy Casares en La invención de Morel. De pronto hubo una explosión, clara, inequívoca. Una bomba de estruendo. ¡Aquello era un gol, sin duda alguna! Se levantó de la silla y giró varias veces en torno a la mesa, cautivo del infernal desasosiego. En la cocina la radio, apagada, muda, lo esperaba. ¡Podía ser un gol de Central y uno estaba ahí, como un boludo, sufriendo al pedo! Y si era ol de Newells mala suerte. La resignación, sabía, habría de invadirlo comouna melaza reparadora. Hubo que correr hasta la radio y encenderla. El dial capturaba un programa musical, insensible a los problemas medulares de la sociedad. Uno buscó locamente con el dial. Apareció una propaganda gritona y vertiginosa. ¡Era allí! “Vamos a la boca del túnel” indicó un tipo. Atrás, el rumoreo. No había excitación en los comentaristas, no había exaltación ni clamoreo. “El empate está bien, hasta el momento” sentenció otro. Era el entretiempo y cero a cero. Algún pelotudo descerebrado había hecho explotar aquella bomba perturbando a la gente en su descanso, atentando contra la vecindad inocente. Uno apagó la radio, casi con rabia ante su ataque de debilidad. Cuarenta y cinco minutos nomás para el final del suplicio. No se podría aguatar allí adentro. La adrenalina recorría el cuepo como uno de esos carritos multicolores que suben y bajan, endemoniados, por las Montañas Rusas. Había que salir. Caminar. Hacer algo. Ya deben ir como 20 del segundo. Ya seguro los equipos se conforman con el empate. Más vale no arriesgar, quedarse en el molde, cuidar atrás. Un punto es negocio para los dos, ni vencedores ni vencidos, la ciudad tranquila. Todos contentos. Pasa, veloz, un auto. Su conductor lleva el gesto adusto ¡Puede ser otro hincha de Central que está escuchando el resultado tan temido! Sí, a uno le parece haber visto el péndulo de un escarpín azul y amarillo colgando del espejito... ¡Suena una bocina varias veces! Puede ser el inicio de un festejo u, ojalá, el auncio fatal de un accidente... ¡Ladra un perro! Tal vez se alarmó ante el salto gozoso de su amo, lepra insigne... ¡Atruena el escape abierto de una moto! ¿O son petardos? ¿Hay gol de alguien? ¿Será alborozo ajeno o fuego propio? Uno recupera, de pronto, aquel instinto primario y animal que infructuosamente trataran de legarnos nuestros ancestros aborígenes. Comienza a rastrear señales en la copa de los árboles, a adivinar conductas en la actitud de los animales, a bucear respuestas en los indicios de la naturaleza, en la interpretación del vuelo de los pájaros. Desde una persiana cerrada llega la bocanada fugaz de un relator de radio. Uno apura el paso pero la voz lo persigue como un misil de cabeza inteligente. ¿Qué inflexión ignota había en su voz? ¿La entusiasta y exitista del cronista ante la vibración de una victoria? ¿La cadencia monótona y desilusionada ante la mediocridad de un nuevo empate? Uno es un radar, es una antena, es el cervatillo frágil que eleva el morro húmedo en la espesura, el oráculo que adivina el destino en la lectura sutil de los guijarros. Recuerda sin duda la última tarde en que se perdió —catastróficamente— un clásico. Aquella mañana previa al hecho los perros ladraron alocados, las aves enmudecieron y los gatos tuvieron un comportamiento errático y equívoco revolcándose, aparatosos, sobre sus propias heces. Deben ir, uno calcula, 30 minutos, media hora. Que todo siga así, en calma chicha, que no cambie ¡Otra vez una explosión, otra de estruendo! ¡Que la corten con eso, pelotudos! Ya se la hicieron correr una vez y era mentira. Tiran por tirar. Para hacerlo cagar a uno en las patas, nada más. Aunque sabe que si se confirma un gol de Central lo va a gritar. Solo y en la calle, como un pavote, seguro que pega un salto y se lo grita. Sí señor. Es toda un avalancha de presión que tiene acá, en la boca de la garganta, eperando salir, atragantada. Dobla lentamente un auto, el conductor lo mira y va hacia uno. Es el Negro Mario. ¿Qué quiere este boludo? ¿Por qué aminora la marcha, por qué lo mira? Mario saca media cabeza por la ventana, la menea y sonríe con una mueca triste. “¡Que verga que somos, hermano!” dice. Un estilete de hielo le baja a uno desde el pecho hasta la entrepierna. “¿Qué pasa? ¿Perdemos?” pregunta. “Uno a cero”. “Qué va a hacer” dice uno, supuestamente filosófico, medio como si no le importara, como si hubiera salido a caminar porque quiere reflexionar tranquilo sobre el devenir humano en el próximo milenio. Mario acelera y se va. Uno está destruido, pulverizado. Un hachazo feroz lo ha partido por el medio. “Qué va a hacer” se repite ¡Una mierda “Qué va a hacer”! ¡Mañana y pasado y toda la semana viendo en la televisión ese gol puto! Y el festejo, y el salto interminable de los lepra, y la pila de jugadores rojinegros celebrando. Y eso si es un solo gol, después de todo. Porque por ahí Central se va a la desesperada a buscar el empate y se come cuatro. Decí que falta poco... Y aguantarse la cargada de Marini. La cara de sobrador del pelado Vega. Los mil chistes malos que brotan como hongos después de cada derrota. El “¿Sabés cómo le dicen a Central?”. Hay que meterse en la cama y no salir por 20 días. Eso hay que hacer, la puta madre que lo reparió ¿Para qué carajo uno se pone esa remera mugrienta, la blanca con el dibujo del oso panda, que lo acompañara en tres victorias? ¿Para qué mierda se la pone uno? De ahora en adelante, no los ayuda más, así de claro. No los ayuda más. Después de todo ¿qué tiene que ver uno con ellos, con el equipo? ¿Juega acaso? ¿Uno entra a la cancha y juega, acaso? Son once muchachos medianamente conocidos y a la mierda. Nada más. Apenas eso. Hay cosas más importantes en la vida. Si a uno se le estuviera muriendo la madre en este momento, poco y nada de bola le daría al clásico. Un clásico que no pasará a la historia, de eso no hay duda. Uno de tantos. ¿Cuánto va? Ya debe estar por terminar, casi seguro. Ahora sí, que pase algo. Alguna otra explosión, algún otro dato que permita aferrarse a una ilusión momentánea por lo menos. Aunque después resulte otro gol de Ñuls, mirá l que te digo. Un dos a cero no es goleada, un dos a cero... ¡Hay otra explosión, otra bomba de estruendo! ¡Y ahora otra, y otra más! Terminó. No cabe duda. Se acabó el clásico y nos ganaron. La reputísima madre que lo reparió. Y bueno, ya pasó. Hay cosas peores. Seguimos arriba, de todos modos, en la estadística. Se oscureció la tarde, está nublado. Ojalá que llueva y se arruine todo. Que nadie ande por la calle. Sale un chico de una casa y después otro. El primero, en cueros grita “¡Vamos Central, todavía!”. Un relampagueo de flash lo ilumina a uno por dentro. Se le saca la garganta. Balbuceante alcanza a preguntar, “¿Terminó?”. “Uno a uno” dice el chico, “empató Central sobre la hora”. Uno camina, ahora aterido, por inercia, por instrumental. ¡Central sobre la hora, carajo! ¡Central sobre la hora! No grita. No hace un gesto. No levanta la mano. El grito le explota adentro como una bomba de profundidad ¡Vamos canallas, todavía! Parece mentira. Uno hubiese pensado que iba a saltar, desencajado; brincar sobre una verja, treparse a un árbol como un simio, escalar por un balcón hasta una terraza. Pero no. No es para tanto. No era tan terrible, después de todo. Tal vez no tan importante. Pero una sensación de lasitud, de calidez, de infinita paz interior lo va invadiendo cordialmente. Ya está a una cuadra de su casa. Tiene hambre, tiene ganas de ver a su madre, de estar con sus amigos, de acariciar la cabeza de los niños que juegan en la vereda, futuro de la Patria. La tarde está clara, plena de sol y hasta más fresca. Uno se detiene un momento antes de entrar a abrir la puerta y cruza un par de frases con su vecina. Le pregunta por las flores que está regando, por la dimensión insólita que ha alcanzado la enamorada del muro. Comprende, de pronto que esa vieja hinchapelota y mal llevada, no es tan mala. Por lo contrario, es muy simpática. Entra por fin y va hasta el baño, antes de prender la radio para oír, de punta a punta, los comentarios finales. Orina. Se lava las manos, se mira en el espejo. Tiene más de mil nuevas canas en las sienes. Hay dos arrugas novedosas y profundas en la frente. Las ojeras se han tornado más oscuras. Uno ha envejecido cinco años otra vez, igual que siempre. Todo por un clásico, apenas. Un partido de fútbol, simplemente.

8 de junio de 2009

RECOMPONER



Con el resultado ya puesto, ese que marcó una diferencia dura de 22 puntos, queda sólo la esperanza de que Los Pumas puedan recomponer algo de su rugby de aquí el sábado próximo, cuando en Salta tenga lugar la revancha con los ingleses. A juzgar por la realidad de hoy, la de los 80 minutos en el Old Trafford de Manchester, el camino hacia el Mundial 2011 será bastante más complicado de lo previsto, y lo más saludable es que todos comprendamos que el Bronce del 2007 está en las vitrinas de la memoria y en ningún otro lado.
Los Pumas arrancaron el 2009 -recién en junio, y este es un detalle no menor y que debe contemplarse- de la misma manera que terminaron el 2008. Sin punch, sin locura, con más dudas que certezas y con errores que si no son solucionados de manera urgente pueden provocar más derrotas como las de hoy en Manchester.
Fue un 37-15 quizá algo exagerado por lo que fue el desarrollo, pero no es conveniente nunca detenerse sólo en el resultado. Acá lo importante es ver que a Los Pumas post 2007 les cuesta una enormidad establecer una línea de juego que brinde garantías a lo largo de los 80 minutos. No es que no haya un plan, sino que no se puede llevar a cabo porque abundan los errores generales e individuales.
Los Pumas, en su inédita visita como locales al Old Trafford, no prevalecieron en ningún aspecto. Ni en el juego ni en lo emocional. Y buena parte se debe a que el pack de forwards no generó ninguna de las dos. Puede plantearse -como lo anunció Santiago Phelan- una idea de rugby desplegado y ambicioso como lo marca la actualidad el primer nivel, pero siempre y cuando haya una obtención limpia, rápida y, sobre todo, disciplinada.
Otra vez Los Pumas han caído en la infracción constante. Peor aún: en pleno ataque. Los dos drops de Andy Goode en el primer tiempo culminaron de acciones calcadas: penal en campo rival. Uno para el 3-3 (había inaugurado el marcador Juan Hernández de la misma manera) y otro para despegarse al 19-6. Podrá decirse con razón que el árbitro francés Christophe Bardos miró más las camisetas celestes y blancas que las de la Rosa, pero también sería caer en un análisis demasiado corto
Esta Inglaterra a la que no le sobra nada y que, encima, tiene a varios de los titulares de gira con los Lions por Sudáfrica, fue bastante más haciendo bien lo simple. Pelota propia rápida, presión permanente sobre Hernández y contundencia para aprovechar cada ocasión.
Fueron tres tries ingleses (el último, para hacerle honor al Old Trafford, bien futbolero: pase con el pie de Goode, volea de Mark Cueto y palomita de Delon Armitage) contra ninguno argentino. No es este último un dato menor. Después del Mundial 2007, Los Pumas apenas marcaron cinco tries en ocho test. Cuatro a Escocia (de locales), uno a Italia (en Roma) y ninguno a Sudáfrica, Italia (Córdoba), Francia, Irlanda e Inglaterra. Síntesis de una racha de apenas dos triunfos (Escocia e Italia) en ocho encuentros.
Pero, se insiste, no sirve quedarse sólo en la chapa del marcador. El asunto pasa por el juego. Hubo, es cierto, mejoría en el scrum y en el line (igual se perdieron un par importantes), pero los enormes problemas en los rucks (formación clave en el rugby de hoy), la indisciplina (13 penales en total) y los inconvenientes en el control de la pelota, hacen de Los Pumas un equipo sin posibilidades de jugar a igual con los poderosos.
Hoy, Los Pumas intentaron de manera adictiva el pick and go y nunca ganaron la línea de ventaja. Penales y pérdidas de pelota hicieron imposible un rugby ofensivo.
Hubo, en todo esto, puntos individuales para destacar. Hernández demostró su pasta de crack, aunque todavía no termina de asumir que hoy debe ser el conductor del equipo. Otro que ratificó su gran nivel fue Gonzalo Tiesi. De él fueron los tackles más tremendos y resultó el que más metros avanzó con la pelota. Gonzalo Camacho, por su parte, tuvo un aprobado debut de fuego. La única que tocó en pleno ataque casi termina en try.
Como se ve, se destaca a tres backs. Ocurre que los forwards no rindieron y perdieron la batalla contra un pack que tiene a la mayoría de sus titulares de gira por Sudáfrica. Pensar que esto puede arreglarse con la llegada de Mario Ledesma, Martín Scelzo y Rimas Alvarez es iluso. Al pack le está faltando su histórico fuego sagrado. Y Nicolás Vergallo -también de flojo partido- todavía no ha encontrado su rol de conductor.
Hay, claro, atenuantes bien válidos. El equipo se volvió a juntar después de seis meses y tuvo apenas cinco días de entrenamiento, pero también es cierto que esto pasó siempre. Aquel equipo que le ganó a una Inglaterra mucho más poderosa que la de hoy en el 2006, en Twickenham, también había llegado de la misma manera. Pero había otra mística. Será lo que habrá que recuperar tanto como el juego.
No es sencillo lo que viene. Ojalá Salta represente un paso adelante y un trampolín para el futuro. Desde aquí, más allá de lo que vienen ofreciendo Los Pumas, se sigue con el crédito abierto.

FUENTE: PERIODISMO-RUGBY

4 de junio de 2009

LAS FAMOSAS 30 REGATERAS

Con ustedes, Don ROMAN CASTE.

1) ¿A quién le darías la baja de socio del club?

A nadie.
2) ¿cuál fue tu mejor entrenador y cuál el peor?
El mejor Ramon, el peor prefiero guardarmelo
3) ¿Para tu despedida de soltero, qué preferís, un trava muy fuerte o un gato gordo y feo?
Me gustaría mucho quilombo, que estén los dos, pero si tengo que elegir uno, el traba le meteria mas onda…
4) ¿Quién es el más tacaño de tus amigos?
Jaaaaaa el Gordo
5) ¿Cómo te liberás de una noche de alcohol?
No hay forma, los domingos la paso muy mal.
6) Faltan 20 mts para hacer un try. ¿A quién le darías la pelota y a quién no?
Confio en los 14 que entran conmigo a la cancha, se la daría al que este en apoyo y me la pida
7) ¿A quién nunca hay que prestarle algo porque no lo devuelve?
El Gordo Roca no solo que no lo devuelve si no que con tu ropa hace trueques.
8) ¿Quién es el más roñoso de todos?
El negro galperin iba al colegio con tierra pegada en las piernas del entrenamiento de la noche anterior, igual mejor mucho este ultimo tiempo…
9) ¿Quién tiene más onda al vestirse y quién es un desastre?
Un desastre , pero un desastre en serio la Tomi Crespo.
Muy fachero nata y el oso ferrari.
10) ¿Qué es lo más raro que hiciste para ganarte una mina?
Nada siempre voy de punta…
11) Sube una vieja al bondi. ¿te haces el dormido, le das el asiento o que se joda la vieja?
Se lo doy sin duda
12) ¿Qué más te ratonea de las mujeres?
Unas buenas cabezas de enano
13) ¿Qué argentino se merece una buena trompada y quién un aplauso?
Una trompada: nacho el que reparte las camisetas.
Un aplauso : el quiro, ese chico es un kpo…
14) ¿Cual es tu bebida alcoholica preferida?
Cerveza, y vino para los asados.
15) ¿Un papelón?
En pedo en el casamiento de mi hermana me encare a una tia, esta muy buena.
16) ¿Un record?
Laburo con el negro, juego al rugby con el negro, salgo con el negro, me voy de vacacines con el negro, si alguein se lo banca mas que yo le doy mi sueldo…
17) ¿Qué odiás hacer y qué te da placer?
odio lavar los botines, me da placer comer.
18) ¿Si tuvieras que cambiar algo de algún amigo tuyo, que le cambiarías?
Nada, con sus defectos me divierto mucho… pero la tonada de facu me da mucha lastima.
19) ¿Qué es lo que más te molesta del rugby?
Perder el scrum.
20) ¿Quién es la mujer que más te ratonea de bella?
Uhhhhh esta repleto hay muchas que ni se pueden nombrar, pero la hermanita de nata anda muuuy bien.
21) ¿Quién es el más divertido en los terceros tiempos y quién es el peor?
El mas divertido ensa lejos, y mas cuando jode con gonza, y el mas aburrido Gonzalo villar, ese pibe es un bajon
22) ¿Quién es el más bagallero de tus amigos?
Diguito es un desastre. Igualmente en pedo todos hacen cualquiera.
23) Te quedás solo en una isla con tus amigos. ¿A quién se comen primero?
A Tomi palazuelos que culo tiene ese pibe, es enorme.
24) ¿De todos tus amigos, quién tuvo o tiene la novia más linda?
Mati Bodino…
25) ¿Si fueras presidente del club, cual sería tu primer medida?
Echo a los entrenadores de hockey, como le van a pagar a esos pibes…
26) ¿Qué club no te bancas y porqué?
Cirano, me pegaron toda mi infancia.
27) ¿A qué jugador no hay que llevar de gira por pesado?
julio Muslera, y menos ir en auto con el, no se lo deseo a nadie.
28) ¿Cuál fue tu mejor noche?
Uh jodido de responder pero en Rosario tuve noches muy divertidas.
29) ¿Ves pornografia en internet? ¿alguna página para recomendar?
Jajaja no me gusta muho la carnicería soy mas de notiblog.
30) Contá una anécdota divertida que tenga que ver o no con el club
Pinamar, enero 2008, alquilamos depto. con unas amigas del negro galerín, creo q faltaban 4 días para volvernos y una noche las minas se fueron y nos dejaron solos al negro, al gordo, a Lucas y a mi en el depto., yo me sentía como el orto y me tire un rato en la cama mientras veía al gordo y al negro chupar como locos en el living, pasa un tiempo y veo q los dos ya estaban re en pedo y me levante de la cama , con unas ganas terribles de joder y les digo, tengo un plan! ..”y si damos vuelta todo el depto. y hacemos como que entraron chorros? Para q? no termine de decir eso que ya estaban los dos borrachos haciendo mierda todo, dando vuelta todas las camas, tirando fernet por todas las paredes, arina , meando en los cuartos y la ropa (cualquiera) cuestión q fue media hora de vandalismo total, terminamos de hacer toda la joda, sacamos fotos sorprendidos de cómo quedo eso y nos fuimos a bailar dejando todo echo mierda, tipo 7 de la mañana suena mi cel., todavía estábamos en la fiesta de Robinson…. Y me dicen “Román! Román! nos entraron afanar todo! Acá esta la policía, nuestros viejos se están viniendo del centro para ayudarnos y ya llamaron a un abogado,( las minas se mandaron cualquiera) jajajaja… la joda se nos había ido a la mierda.. decidimos volver y decirles q habíamos sido nosotros…no sabes que paja, las minas llorando son unos forros, se van, se van, nos re putearon y nos hicieron los bolsos para echarnos.. ja no me iba ni empedo, en fin después de convencerlas q todo había sido sin querer nos quedamos, pero lo único que teníamos que hacer era ordenar todo, x supuesto nos fuimos a dormir a las 12 del mediodía.

A las 3 horas me levante, levante a los chicos y rajamos a la playa, cuando volvimos las copadas de las minas habían ordenado y limpiado todo y ya se reían de lo que habíamos echo.


GRACIAS ROMAN!!!

3 de junio de 2009