29 de febrero de 2008

CEO

El flamante consejero Ricardo García Fernández, decididamente el hombre más activo en los primeros pasos de la nueva conducción de la Unión Argentina de Rugby (UAR), viajará en las próximas horas rumbo a Hong Kong, donde el domingo se realizará una reunión que el International Rugby Board (IRB) tiene reservada para los CEO’s de los integrantes del llamado Tier1, y a su regreso se aguardan importantes novedades en torno al futuro de Los Pumas.
García Fernández encabeza, además, las gestiones para designar a la nueva conducción de Los Pumas, algo que según pudo saber este blog estaría definido recién sobre el fin de la semana que viene. Como ya se adelantó aquí, Fabián Turnes y Santiago Phelan reemplazarán a Marcelo Loffreda, aunque a ellos podrían agregarse una o dos personas más. Sin embargo, antes, seguramente el miércoles, los flamantes dirigentes de la UAR darán su primera conferencia de prensa, en la cual, entre otros temas, se definirá las sedes de los test de junio contra Escocia e Italia, y la respuesta que se le enviará a Sudáfrica sobre el partido que se disputará entre el 2 y 9 de agosto en Johannesburgo, en conmemoración de los 90 años de Nelson Mandela.

De acuerdo a trascendidos recogidos por periodismo-rugby, existe una idea de que uno de los test con Escocia se dispute en Europa y el otro, en Buenos Aires, mientras que el partido con Italia sería en el Interior. La intención de la anterior conducción era jugar los dos encuentos con los británicos en España, con el objetivo de alcanzar una mayor recaudación por venta de entradas y derechos televisivos. La gestión encabezada por Porfirio Carreras entiende esta situación, pero también quiere que Los Pumas jueguen ante su público tras la sensacional labor en el Mundial. Por eso barajan ambas chances.
Para mediados de la semana próxima, en la UAR también esperan tener definida la respuesta de la Liga profesional de Francia en cuanto a la liberación de los jugadores para disputar el test con los Springboks. Los dirigentes sudafricanos que estuvieron aquí hasta ayer pusieron ese límite.
En Hong Kong, en tanto, García Fernández ocupará el lugar que en la reunión de Woking tuvo el saliente secretario, Raúl Sanz. De todos los países integrantes del Tier1, la Argentina es el único que no tiene un gerente general rentado, puesto que está contemplado en los nuevos estatutos de la UAR que se están redactando. Esa es, además, una de las tantas exigencias del IRB para destrabar los fondos que le pertenecen al rugby de este país y para tener hipotéticamente en cuenta a Los Pumas en una competencia internacional.
Richichi, como todos los conocen, participará de una reunión en la cual se deliberará acerca de la disponibilidad de los jugadores en las ventanas internacionales, de los contratos y transferencias de los rugbiers, de la marcha de las nuevas reglas y de la posibilidad de armar un torneo cada dos años con los grandes potencias del Sur y del Norte. Por ahora, Los Pumas no están contemplados en este último punto.
Volviendo al ámbito doméstico, ayer asumió sus funciones el nuevo secretario de la UAR, Edgardo García. El hombre del Olivos Rugby Club regresó de un viaje de trabajo por cuestiones personales. Lo sorprendió la molestia de algunos empleados que quedaron afuera de los aumentos que, a último momento, determinó la conducción saliente.

FUENTE: periodismo-rugby

27 de febrero de 2008

¿MUNDIAL DE RUGBY EN ARGENTINA?



Argentina se postuló para organizar el Mundial 2015

Así lo afirmó el diario Independent en su edición digital de hoy. Según la publicación británica, la UAR se propuso como sede de la Copa del Mundo de 2015 y competirá contra Inglaterra, Sudáfrica y Japón por la realización de la cita universal
La Argentina es uno de los cuatro países que podría albergar la Copa del Mundo de Rugby de 2015. ¿Una utopía? Parece que no. El diario Independent lo asegura en su edición digital de hoy y sostiene su versión en una carta enviada desde la Unión Argentina de Rugby (UAR) a la sede de la IRB.
La propuesta de organización fue acercada a la entidad internacional junto a la de Inglaterra, Sudáfrica y Japón. Las mismas abren la posibilidad a que el torneo se realice fuera de las fronteras tradicionales del rugby. Cómo ganador de la medalla de bronce de la última Copa del Mundo (tercer puesto), Argentina está tercera en el ranking de la IRB y existen signos de cambio en el rugby doméstico argentino. Un requerimiento obligado para albergar al mundial.

La Copa del Mundo de 2007 fue en Francia. En 2015... ¿en la Argentina?
Según adelanta la publicación irlandesa, el presidente electo de la UAR, Porfirio Carreras, indicó que "Argentina tiene la capacidad de organizar un gran evento como una Copa del Mundo pero necesitamos ayuda desde afuera".

fuente: rugbytime

26 de febrero de 2008

EL SORDO - ROBERTO FONTANARROSA

El sordo

El tipo apareció de improviso, ante la indiferencia general, por detrás de la
columna. Se inclinó por sobre el hombro del Sordo, lo tocó en un brazo y le dijo
"Quiero hablar con vos". El sordo levantó la vista, lo miró con el ceño fruncido
como si no lo conociera, pegó una hojeada sobre los otros componentes de la mesa
y amagó una evasiva.
- Vamos allá -dijo el otro, señalando las mesas del fondo. El Sordo se puso de
pie, serio. Casi ninguno, ni Pochi, ni Roger, ni Gustavo, se habían percatado de
la situación.
- Pagale al hombre, che -dijo en voz alta, Ricardo, el único que había caído en
la cuenta.
- ¿ Siempre lo mismo, Sordo? -se anotó el Zorro, zumbón-. No lo cagués al
muchacho.
Pero el tipo, muy serio, ya se alejaba hacia el fondo. Ahora sí, los demás
hicieron un instante de silencio, prestándole una mínima atención al suceso.
- Parece que viene pesada la cosa -se rió el Zorro.
- ¿ Y no lo escuchaste al punto? -preguntó Ricardo- "Quiero hablar con vos" le
dijo. Nada de "¿Podría hablar un momentito con vos?" o "¿ Tendrías un minuto
para atenderme?". Nada. "Quiero hablar con vos" y a la lona.
- Será cana.
- Es un novio que se levantó el Sordo en las vacaciones -dijo Pochi.
- Se habrá puesto celoso el quía -supuso el Zorro.
- Lo ve con tantos machos.
- ¿Dónde "machos"? -se hizo el boludo, Guillermo. Y sin transición alguna
volvieron al tema de las bailantas y de las tres negras que había traído el
Flaco Campana del Brasil para bailar en los pueblos. "No le queda guita pero
coge al costo" justificaba el Pochi.
El tipo se había sentado enfrente del Sordo y se quedó mirando hacia el lado del
mostrador, los ojos entrecerrados, rebuscando algo con la lengua entre los
dientes, tomada la mano que sostenía el pucho en el reborde de aluminio de la
mesa. El Sordo pudo mirarlo un poco más. Sin ser muy alto, tenía cierta pinta de
bestia. Algún pozo de viruela en la mejilla, sombra de barba, remera de marca
desconocida abierta en sus tres botones. Prolijo, pese a todo. Por un momento
bastante largo pareció que el tipo no iba a empezar a hablar nunca.
- Vos te encamaste con mi mujer -soltó de golpe mirándolo, ahora sí, al Sordo.
- ¿Cómo? -el Sordo adelantó la cabeza con un sobresalto elástico del cuello,
como un tero al caminar.
- Que vos te encamaste con mi mujer.
- ¿Con tu mujer?
El otro había adelantado el maxilar inferior dejando un orificio circular entre
sus labios, por donde el humo del cigarrillo escapaba y le nublaba los ojos. No
dijo nada más, y, por el casi imperceptible trepidar de la mesa, era notorio que
oscilaba una pierna pivoteando sobre el pie flexionado como si cosiera a
máquina.
- Espera un cachito... Esperá un cachito...-se rascó una ceja el Sordo amagando
una sonrisa forzada-. Yo a vos...¿te conozco?
- Sí, me conocés...
- Porque, vos acá aparecés... -sobrevoló la información del Sordo- ... me venís
a buscar a la mesa, me presionás para que venga a hablar con vos... Me hacés
levantar de la mesa donde...
-Sí me conocés...
-... yo estoy con mis amigos conversando lo más tranquilo y, de rompe y raja, me
salís con esto de que...
- No te hagas el turro que me conocés...
El Sordo paró. Se quedó con la mano izquierda cerrada con la punta de los dedos
hacia arriba, interrogante, junto al pecho.
- ¿Que yo te conozco? ¿De dónde te conozco? A ver si nos volvimos todos locos.
- Me conocés de la puerta de la escuela Mariano Moreno, de Paraguay al 1200...
Vos vas a buscar a tu piba ahí. Y yo también.
- ¿ Vos también?
- Sí señor... Y a veces voy yo y a veces va mi jermu. Y vos a veces chamuyás con
mi jermu ahí y otras veces ... -el tipo inclinó la cabeza como si quisiera
apoyar una oreja en el nerolite de la mesa en tanto golpeaba con el
índice-..chamuyás con ella acá, en este mismo boliche.
-¿Acá?
- Sí señor -el tono del tipo tenía un atisbo de grosería y un siseo remarcado.
- Y... ¿Quién es tu mujer?
- No te hagás el boludo que vos sabés muy bien quién es mi mujer.
- No, mi viejo... -se enojó el Sordo-. No sé quién es tu mujer y tampoco tengo
la más puta idea de quién sos vos... Vos me venís con eso de que vas a buscar a
tus pibes a la escuela Mariano Moreno y yo también voy de vez en cuando a buscar
a mi piba a esa escuela; pero te puedo asegurar que no me acuerdo ni en pedo de
vos ni de tu cara ni de un carajo...
- No levantés la voz, no levantés la voz -pidió el otro, lo que en parte
tranquilizó al Sordo.
Al parecer, el inquisidor no buscaba un escándalo aunque su tono estaba más
cerca de la amenaza que del paternalismo-. Y no te hagas el boludito -al decir
"boludito" sacudió hacia ambos costados la cabeza acompañando cada sílaba-. No
te hagas el boludito -repitió- porque la semana pasada yo fuí con mi mujer a
buscar los pibes al colegio y vos estabas ahí, y justo estabas al lado nuestro,
y estuvimos hablando, así que no me vengas con que no sabés quién mierda es el
que tenés sentado enfrente.
El Sordo se tiró hacia atrás en su silla, en parte como asombrado, en parte para
alejarse de ese par de ojos que amartillaban el reproche demasiado cerca suyo.
Unió las manos en una palmada y se mordió el labio inferior.
- Esto es increíble -dijo como para sí-. Pero mirá las cosas que uno se tiene
que bancar -observó hacia todos lados como buscando una explicación y, de paso,
constató si los muchachos de la mesa seguían las alternativas del episodio y si
llegado el momento, se hallaban dispuestos a entrar en acción en caso de que
volara el primer tortazo.
- El que me la tendría que bancar soy yo -se señaló el pecho el otro-. Y no me
la banco. Así que no me vengas con que no me conocés y tampoco conocés a mi
mujer porque está muy claro que no es así. Y tampoco andés mirando para tu mesa
porque ninguno de esos pelotudos va a venir a ayudarte. Esos son muy buenos para
hablar al pedo pero a la hora de los bifes se borran todos.
- Pero ¿Qué decís? ¡Pero escucháme! -quedó cortado el Sordo, enojado, no tanto
por el análisis social que el intruso había esgrimido impunemente sobre sus
amigos sino más bien porque aquel tipo se había dado cuenta de su mirada de
auxilio hacia la base- ¡Me pongo así para escucharte con el oído sano! ¿O por
qué te pensás que me dicen el Sordo?
- Sí señor...-siguió el otro-. Porque en este boliche son muy de pajearse en
charlas intelectuales, son muy del franeleo pajero todos ustedes y de hacerse
los nórdicos, los suecos, en la cuestión de las minas. Pero en donde yo me crié,
toda esa histeria, no corre, mi querido. Allá estas cosas se resuelven sin tanto
psicoanálisis, estas cosas se resuelven como se resuelven en el barrio. Y yo
sabía, estaba seguro, que esto iba a pasar cuando mi mujer me dijo que venía a
este boliche de mierda, lleno de trolos, de pichicateros y de pajeros.
- Pará un cacho... pará un cacho... -buscó aire el Sordo, sin saber muy bien
cómo seguir.
- Y por eso vos me vas a explicar bien explicado cómo fue todo este fato con mi
mujer, con la hija de puta de mi mujer...
- Pará un cacho... -continuó haciendo tiempo el Sordo-. Te digo una cosa... Te
digo una cosa... Yo te estoy respondiendo, te estoy contestando por una
elemental regla de cortesía. Por una... digamos... elemental norma de respeto
-el otro lo miraba sin entender-. Pero la verdad es que no debería darte ni
cinco de pelota, ni cinco de bola debería darte... Vos no sos mi viejo, ni sos
cana, ni sos el fiscal de la Nación para venir a apurarme con este asunto de ...
- ¿Sabés quién soy yo? ¿Sabés quién soy yo? -el otro volvió a echar el torso
sobre la mesa-. Yo soy el esposo de Marcela. El marido de Marcela. Ése soy yo.
El esposo de la mina con la que vos te encamaste. O te encamás. Eso lo tengo que
averiguar todavía...
El Sordo lo miró un momentito.
- ¿Quién es Marcela? ¿De qué Marcela me estás hablando?
- Marcela Tessone... ¿La ubicás ahora? -podía decirse que una sonrisa cínica
merodeaba la boca del tipo.
- ¿Tessone? Mirá... -El Sordo adoptó un tono condescendiente, como si tuviese
que explicarle a un niño un tema muy distante de su capacidad de razonamiento-.
Acá todo el mundo se conoce por el nombre o por el apodo. Yo, hay muchachos de
la mesa esos que vos decís que son todos putos, que se borran todos - a los que
conozco nada más que por el apodo ¡ y los conozco desde hace años! Pero que no
tengo ni la más puta idea de cómo se llaman, del nombre, del apellido, de nada.
Por eso vos me decís Tessone y yo te digo ... que sí... que puede ser... que por
ahí la...
- La morocha, alta, medio narigona... Que vos le prestaste el libro de
Soljenitsyn...
El Sordo se quedó mirándolo. No había mayores posibilidades de evadir el tema. Y
el tipo había pronunciado el nombre de Soljenitsyn bastante bien.
- ¿Un libro de Soljenitsyn? -caviló, sin embargo, frunciendo los labios-. Ah
sí...
- Para iniciarla en lo intelectual...-de nuevo la sorna.
- Sí... Ya sé cuál es...
- Y la boluda se deslumbra con cualquier cosa. Hasta con un Patoruzito se
deslumbra...
- Marcela...
Se quedaron un momento callados, observándose. Filoso el tipo. Más a la
defensiva el Sordo.
- ¿Entonces? -sacudió el tipo.
- Entonces ... ¿Qué?
El otro mantuvo la mirada fija.
- Y sí -admitió el Sordo sin arriar demasiado sus banderas-. A veces hablamos
con tu mujer. Si es ésa que vos decís, a veces hablamos. Acá, en el boliche.
Cuando ella viene. Pero te digo que viene muy de vez en cuando. Pero nada más.
Yo a ella casi no la conozco. La conozco a la amiga.
- A la Patri.
- A ésa. A la Patricia. A ella la conozco más.
- ¿Así que la conocés a la amiga? -de nuevo la ironía-. La conocés a la amiga
pero le prestás un libro a mi mujer.
- A tu mujer la conozco pero... oíme... la conozco como uno puede conocer a
tanta gente en esta ciudad. Que la conocés de verla mil veces por la calle.
Como... como vos me decías que yo te conocía a vos, de la puerta de la escuela.
Pero eso no quiere decir que te conozco. Sí por ahí te veo y digo "Qué cara
conocida", pero nada más... Rosario es una ciudad chica... Y hablo con ella como
puedo hablar con tanta gente que viene acá, somos todos amigos...
- Sí... Amigos... Amigos... Son todos muy amigos...
- Pero nada más...
El otro se pasó la mano por la cara como para modelarse de nuevo los pómulos.
- Mirá, mirá... -dijo-. No me vengas con versos, a mí ya no me caben los
versos...
- Pero... -arremetió el Sordo-. ¿Y de dónde salió eso de que yo me encamo con tu
mujer? ¿Quién te dijo eso de que yo me encamé con tu mujer? ¿Quién te fué con
esa pelotudez?
- Ella. Ella me lo dijo.
El Sordo sintió el impacto. Se demudó. Miró hacia el techo, hacia la mampara de
madera que separaba el salón del quiosquito que da a la calle Sarmiento. Vió a
Pedro riéndose con una mina. A Cary y a Querol hablando con una pendejita rubia.
El mundo seguía andando y él no podía creer todavía que estaba sentado allí, en
el banquillo de los acusados, ante un inquisidor que manejaba más información de
la tolerable.
- ¿Ella te dijo eso? ¿Marcela?
- Sí señor. Marcela me lo dijo.
El Sordo meneó la cabeza.
- ¿Ella te lo dijo?
- Ella.
- Mentira.
- Ah, claro... Aparte de cornudo, mentiroso... -se sonrió el tipo,
inexplicablemente cordial.
- ¡No! Digo, mentiras de ella. Mentiras, bolazos. Te está macaneando...
- Ah... Me está macaneando...
- ¡Sí señor! Seguro, por supuesto.. Te está macaneando. Está hablando al pedo.
No puede decir esa barbaridad, esa pelotudez...
- ¿Y para qué me lo dice? ¿A ver?
- Qué se yo. Te querrá joder. Te querrá cagar la vida. Andá a saber. Vos sabés
cómo son las mujeres. Las mujeres suelen ser muy hijas de puta, muy...
- Cuidado con lo que decís...
- Bueno... -El Sordo ya no sabía de dónde podía venir el cachetazo, adónde podía
pisar sin que estallase una mina-. Te lo digo en un sentido muy...
- Tenés razón, tenés razón... -acordó el otro, sin embargo-. Mi mujer es una
hija de puta, pero no es boluda. No es ninguna boluda. Y no va a venir a decirme
una cosa así gratuitamente, para que yo la cague a trompadas. No me vino a decir
que se le habían pasado los fideos o que se había olvidado un paraguas, querido.
Me vino a decir que se había encamado con un tipo...
- Sí... ¡Y justo me viene a elegir a mí! ¡A meterme en un quilombo a mí!
- ... y ella sabe que yo no soy un intelectual, mi viejo, ella sabe que yo la
voy a cagar a trompadas, no se la va a llevar de arriba si me aparece con una
cosa de ésas...
- Te querrá cagar la vida, viejo. Qué sé yo... Te sale con esas cosas porque te
habrá dado la cana con alguna mina. Te conocerá alguna fulería y en esas cosas
las mujeres son muy vengativas. Son capaces de inventar cualquier historia con
tal de...
- ¿Inventar cualquier historia? - embistió el otro-. ¿Inventar también el día en
que se encamó con vos? ¿Y la hora? ¿Y el telo al que fueron?
- ¿El telo? ¿ Te dijo el telo? Pero...
- Además, querido... ¡Yo no soy de engañar a mi mujer, mi viejo! -el otro estiró
una mano hacia adelante mostrando al Sordo la palma como si lo hubiesen herido
en lo más profundo-. Yo podré tener mil quilombos con mi mujer, pero eso no hace
que yo ande haciéndome el pelotudo con cualquier mina que se me cruce. Que ella
sea una guacha no quiere decir que...
- ¿También te dió el nombre de un telo? ¡Dios querido! Pero qué imaginación que
tiene esta mina... -el Sordo volvió a estallar sus manos en una palmada.
- Nada de imaginación, mi viejo. Nada de imaginación -el tipo variaba el ángulo
de sus ataques con una velocidad incontrolable.- No sigas haciéndote el boludo
porque ella me lo dijo todo, me batió todo, me lo contó todo...
El Sordo lo observó, algo desarmado.
-... y ella será una guacha que podrá venir a joderme con muchas cosas, pero
nunca con ese tema -siguió el tipo-. Y si me viene a contar una cosa así, es
porque es cierto, es verdad. Eso que me dijo es cierto.
Otro silencio. El Sordo resopló, enarcó las cejas poblando su frente de arrugas
paralelas y horizontales.
Luego se encogió de hombros.
- Y bueno... -suspiró- ¿Qué querés que te diga?... si ella te dijo eso... Si
ella me manda al muere...
- El jueves pasado. A las siete de la tarde. En el Gato Negro. Con video porno y
todos los chiches...
- Y dale, bueno... Agregale cama de agua también... Nunca hubiera imaginado que
a Marcela se le podían ocurrir tantas cosas...
- Entonces, viejo... -pisó firme el otro- ... Yo quiero que arreglemos este
asunto.
El Sordo lo miró, ceñudo, curioso.
- Afuera -señaló el tipo con el mentón.
- Pero... ¿Qué estás diciendo?
- Lo que te digo. En donde se te ocurra. Los dos, vamos y...
- Pero ... ¿de qué me hablás?
- Nos cagamos bien a trompadas.
- ¿A trompadas? -el Sordo lo miraba con una expresión de infinito asombro-.
¿Pero vos estás en pedo?
- Sí señor. A trompadas.
El Sordo se recostó, relajado, sobre el respaldo de su silla.
- Yo no me cago a trompadas ni por mi vieja -aclaró.
- No la metas a tu vieja en este asunto.
- Yo a mi vieja la meto donde se me cantan las bolas. Ahora lo único que falta
es que venga cualquera a decirme lo que tengo que hacer con mi vieja.
- Lo que pasa es que acá -generalizó el otro- están muy acostumbrados a parlarla
demasiado, querido. Acá, vos y todos estos pajeros están muy acostumbrados a
charlarla lunga, de cualquier cosa. Resuelven el fato de la guita, de la
política, de la Revolución, sin levantar el culo de la silla. Son
revolucionarios de café ustedes. Idiotas útiles. Y vos te creés que conmigo va a
ser lo mismo. Y que vas a poder explicarme cómo fue que te cogiste a la hija de
puta de mi mujer en una charla, en una conferencia de prensa; que me vas a poder
decir cómo que te la empomaste y yo te voy a decir "¡Pero mire qué bien, qué
cosa más interesante! ¿Qué diría Soljenitsyn a todo esto?" O algún otro de esos
escritores culorrotos que ustedes se pasan leyendo todo el día....
- Te equivocás, te equivocás... -dijo el Sordo, jugueteando con un tiquet viejo
de consumición entre los dedos-. No nos pasamos leyendo. Vos estás confundido
-más tranquilo al comprobar que, pese a esa encendida llamada a la acción
directa, pese a esa invitación a la violencia, la cosa venía demasiado
dialéctica como para derivar en un holocausto.
- Conmigo no corre ésa. Esa mano no corre conmigo...
- Tu mujer no se encamó conmigo -afirmó el Sordo- Y te voy a decir una cosa, te
voy a decir una cosa... Vos podés creer lo que se te cantes las pelotas, después
de todo es tu mujer. Pero te voy a decir una cosa, como para que vos
entiendas...
- No hay nada que entender, mi viejo... Esto está muy claro... Acá lo ...
- ¿Sabés por qué no me encamé con tu mujer, ni me encamo, ni me encamaría nunca?
Ahí sí el tipo lo miró, atento.
- ¿Sabés por qué? -reafirmó el Sordo.
- ¿Por qué?
- Porque tu mujer no me gusta.
- ¿Cómo que... no te gusta?
- No me gusta. Muy simple. No me gusta.
- ¿Por qué no te gusta?
- Es jovata, viejo. Está muy achacada.
- ¿Jovata? ¡No tiene 40 años, querido! ¡No seas pelotudo!
- Mirá, si no tiene 40 años, los aparenta. Te digo más, yo le daba cerca de 45.
- 37 pirulos tiene. Recién cumplidos.
- ¡Y bueno!
- ¿Qué? ¿ Me vas a decir que alguna de estas pendejas que están por acá,
aquella, por ejemplo, con esa pinta de muerta de hambre, están mejor que mi
mujer? ¿Pero no ves la pinta de pichicateras que tienen todas, que parece que
hace mil años que no toman sol, fumadas todas, sucias, los pelos roñosos? ¿Ésas
son las pendejas que te gustan a vos? ¡Por favor! Dejame de joder. Además, no me
vengas con versos, mi viejo. Si vos tampoco sos ningún pendejo ¿O me vas a venir
con que a vos las pendejas todavía te dan pelota? No te dan ni cinco de pelota a
vos, mi querido ¿O te pensas que yo no te veo? ¿O porqué te pasás, acaso todas
las tardes, sentado en la mesa de todos esos viejos chotos como me dice Marcela
que te pasás? Porque te dan mucha bola las pendejas, seguramente. Por eso.
Viejos chotos haciéndose los galanes...
- A mí no me gusta...
- Además, mi mujer, será una hija de puta que se encama con el primer pelotudo
que le cruza, pero se rompe el culo haciendo gimnasia para mantenerse en forma,
querido ¡Las veces que me he tenido que hacer la comida cuando vuelvo del
trabajo porque ella está haciendo la gimnasia, tirada enfrente del televisor con
la mina esa y el grone de la ESPN, que hacen gimnasia arriba de un portaaviones!
Y te va al gimnasio, y te sale a correr...
- No me gusta. No me digas porque no me gusta...
- Más de una de estas pendejas querría tener el culo que tiene mi mujer. Las
gomas que tiene mi mujer, mirá lo que te digo...
- A vos te parece porque sos el marido. Tenés que convencerte porque...
- ¡No me tengo que convencer un carajo, querido! Yo no soy tan boludo, no me
pongo ciego ante la realidad, yo no me engaño... Marcela será una guacha pero
sigue estando buenísima... ¿O te creés que yo no veo cómo la miran los tipos por
la calle?
- No me gusta.
- Tendrías que verla en bolas...Bueno... -saltó el tipo-. ¡Si vos la viste en
bolas, hijo de puta! ¡Oíme, salgamos y...!
- No es eso, no es eso... Yo no te digo que no esté buena...
- ¿Qué no va a estar buena? ¿Y que me decís entonces?
- No sé... No es mi tipo de mujer... No... No... Qué se yo... Vos no lo tomés a
mal, pero ... La nariz...
- ¿Qué pasa con la nariz? ¡Ahora no me vengas con que no te gustan las
narigonas! Al contrario. Eso es lo que hace interesante a una mujer... ¡ Mirá la
Barbara Streisand, por ejemplo, mirala a ella! Ahora no me vas a salir con que
te gustan estas pendejas que se hacen la estética y que quedan todas con la
misma napia. Ésas te gustan, seguro, esas narices de mierda que parecen
caniches...
- No es eso...
- Además... A la Ley de Almada, mi viejo. Le tapás la cara con una almohada.
- No es eso...
- ¡Por favor, mi viejo! ¿ Que me venís?
- Es que a mi me gusta la mujer más... ¿ cómo decirte? Más...
- ¿Más qué?
- Más dulce, ¿me entendés?... Más modosita... Más manuable... Tu mujer, Marcela,
es muy grandota, muy agresiva. Demasiado...
- ¿Agresiva? ¡Porque tiene personalidad, querido! Ella es así. Avasallante ¿O
querés una boluda de ésas que se creen una muñequita de lujo?
- No te digo agresiva...
- ¡Porque te sabe llevar una conversación! Eso es lo que te jode. Están todos
acostumbrados a estar con minas que se callan la boca y le dicen que sí a todo,
y no se bancan una mina que tenga los ovarios bien puestos como para copar una
mesa y opinar de las cosas igual que los tipos. Eso es lo que pasa. ¡Claro!
Todos los piolas de tu mesa pueden decir mil pelotudeces de lo que se les cante
pero si aparece una mina con ideas propias no se la aguantan...
- Será así... Será así... Por ahí tenés razón...
- Lo que pasa es que ella te sabe llevar una conversación y...
- Y te aclaro que ella no viene a la mesa nuestra.
- Porque ha estudiado, mi viejo ¡Y quién te dice que no ha estudiado más que
cualquiera de todos estos intelectuales...! ¡Intelectuales de la poronga!
- Seré chapado a la antigua. Lo admito -enarcó las cejas el Sordo, casi como
apesadumbrado.
- Fijate que al final, yo... -no detuvo su arremetida el otro- que no soy lo que
puede decirse un tipo de estudios, porque apenas si tengo el secundario, me
banco una mina evolucionada. Pero ustedes no. Para ustedes una...
- ¿Sabés lo que pasa? ¿Sabés lo que pasa? Yo seré un antiguo, pero me jode que
una mina te interrumpa cuando estás hablando ¿viste? No te digo que me joda que
hable. Pero que sepa respetar cuando el que habla es otro. Que no se meta. Y eso
es lo que hace Marcela. Se mete. En ese aspecto es... desubicada... grosera...
- ¡Por favor! ¡Mirá con lo que me salís!
- Te digo más... Más de una vez, pensé, te juro que pensé, sin conocerte, eh,
sin conocerte... "Pobre tipo el marido de esta mina! ¡Lo que debe ser aguantar a
esta mina!"
- Pero... ¡Por favor!... Ella... ¡Ella es una santa! Es incapaz de ...
- Porque una cosa es charlar un ratito acá, todo muy bien, muy lindo, muy
entretenido. Pero otra cosa es tenerla todo el día en tu casa y...
- ¡No estás a su altura, querido! ¡No estás a su altura!... Es una señora...
- Te digo más... Ahora que te conozco, ahora que te conozco y veo que sos un
tipo honesto, frontal, un tipo que va de frente, como viniste de frente conmigo,
un tipo que tiene la grandeza de plantear una cosa delicada como ésta, cara a
cara... merecerías otra mina. No sé... Más dulce, menos agresiva, menos jodida.
- Por favor... Ya quisieras vos encontrar una mina como Marcela. Ya quisieras
vos...
- Puede ser... -caviló el Sordo. La conversación parecía haberse agotado-. Puede
ser...
El otro miró el reloj.
- Me voy -dijo-. Ya debe haber llegado -se paró. El Sordo también, las manos en
los bolsillos.
- ¿Tomamos algo? -frunció las cejas, mirando la mesa vacía y tratando de
recordar. El tipo negó con la cabeza.
- Chau -dijo-. Pero la vamos a seguir -advirtió. Y se fué por la puerta de
Sarmiento y Santa Fé. El Sordo se volvió para la Mesa de los Galanes. Cuando el
tipo pasó junto a donde estaban Cary y Querol, hizo un gesto con el mentón
señalándole al Sordo la adolescente flaquita que charlaba con ellos.
- ¡Seguro que una cosa así te gusta a vos! ¡Qué vas a comparar! -casi gritó,
antes de continuar su retirada.
El Sordo admitió con un gesto ambiguo y siguió para su mesa. Ésta se había
poblado bastante. Habían llegado el Pitufo, el Peruca, Belmondo y Hernán. El
Sordo tuvo que buscarse una silla de otra mesa y ubicarse en segunda fila, en un
ángulo poco favorable.
- Mirá vos -se rió el Zorro-. Tenías ringside y te lo cagaron.
El Sordo iba a contestar cuando volvió el tipo, por el mismo lado que la vez
anterior, por detrás de la misma columna. Era obvio que había salido por la
esquina y había vuelto a entrar por Santa Fé. Le tocó el hombre al Sordo y se
agachó para hablarle al oído.
- ¿Sabés por qué vos decís eso? -le dijo. El Sordo esperó, fastidiado.- ¿ Sabés
porqué vos decís eso?
- ¿Qué digo?
- Que no te gusta.
- ¿Por qué?
- Porque Marcela no te da pelota. Por eso -el Sordo giró para mirarlo -. No te
da bola.
- Sí... Seguro...
- Claro, querido. Como eso de la zorra y las uvas... "Estaban verdes"
- Sí... Seguramente...
- Entonces decís que no te gusta, que es fea, que es un escracho... - El Sordo
meneó, la cabeza con disgusto, resoplando.
- Sí, preguntale...
- Y... ¡No le va a dar bola a un tísico como vos, justamente!
- Claro... Preguntale... -repitió el Sordo, ya engranado.
El otro se irguió, siempre sonriendo y hasta se dio el lujo de palmearlo al
Sordo en el hombro.
- Sí. Seguro. Preguntale que hizo el jueves a la tarde... A eso de las siete...
Preguntale
El otro le dió la última palmada de despedida y se alejó, contento.
- ¡Preguntale! -alcanzó a gritar, airado, el Sordo-. ¡ Qué hizo! ¡Preguntale!
Pero el otro había desaparecido por la puerta de la esquina. Y esta vez ya no
regresó.

Roberto Fontanarrosa

25 de febrero de 2008

FAIR PLAY, ¿Y SI JUGAMOS LIMPIO?

Ser el mejor, ganar a cualquier precio, cumplir el deseo de los padres... En un mundo donde el éxito y el fracaso suelen aparecer como únicos parámetros deportivos, ¿es posible educar a las nuevas generaciones en el respeto por el otro, dentro y fuera de la cancha? En esta nota, ideas para entender la importancia de jugar...por jugar


¿Quién te pide que ganes?

–Mi papá. Cuando me critica algo, le contesto que yo sé qué hacer dentro de la cancha, que las órdenes las pone el profe y no él. Yo soy el jugador, no él.

El que habla es Francisco Puentes, Pancho para los amigos, el chico que en 2004 se consagró campeón argentino en la categoría infantiles A de mountain bike y con sólo 12 años decidió dejarlo todo. “Me cansé, por eso dejé la bici, ya no lo pasaba bien y por eso me puse los botines –cuenta frente a sus compañeros de equipo del colegio jujeño Del Salvador, con el que ganó el torneo intercolegial de la Copa Coca-Cola–. Ahora quiere que gane siempre en la cancha.”

¿Jugamos para divertirnos o jugamos para ganar? Es la pregunta que el licenciado Alfredo Fenili, especialista en psicología del deporte, toma como punto de partida para hablar de la relación de los chicos con el deporte y la actividad física. “Todos somos competitivos, la competencia es inherente al ser humano, es parte del deporte y de la vida –destaca–. El problema aparece cuando la competencia comienza a ocupar un lugar que no corresponde. Yo lo llamo el modelo del campeonismo, donde lo único que vale es ser el primero; es el modelo actual, el que hace que sólo nos fijemos en los campeones, en el éxito. Ganar no es lo más importante sino lo único, el resto no existe.”

Todos quieren ser Messi, Nalbandian, Ginóbili, Pichot, ser número uno, ocupar las tapas de las revistas y aumentar los ceros de la cuenta bancaria. “Los jugadores pasaron a ser estrellas de rock”, analiza Hugo Tocalli, ex director técnico de la selección nacional sub 20 de fútbol y actual entrenador de Vélez Sarsfield. “No debemos olvidarnos de la cantidad de chicos que no llegan a jugar profesionalmente y deben cargar con la frustración que hace que no puedan desarrollarse como personas. Con Pekerman –con quien Tocalli compartió el cuerpo técnico de los seleccionados nacionales– hemos visto muchos casos, demasiados.”

Cuando a un chico se le exige más de lo que puede dar se lo está presionando y de esa manera no se le está permitiendo disfrutar. Tampoco se le da la oportunidad de descubrir en el deporte una posibilidad de expresión. “En definitiva los deportes cultivan los valores para la vida”, destaca Hugo Norberto Masci, presidente honorario y una de las cabezas fundadoras del Club de Amigos. ¿De qué valores hablamos? “Los modelos y los valores que reciben los chicos son los que ven en la televisión, en los estadios, en los medios –analiza Fenili–. Y qué es lo que ven, lo que reciben, lo que avalamos como sociedad: partidos dramáticos como si ganar o perder fueran una cuestión de vida o muerte, jugadores que hacen trampa, violencia dentro y fuera de la cancha. Seamos sinceros, siempre realzamos la supuesta viveza criolla.” ¿Será la misma viveza que hace que aplaudamos orgullosos el gol con la mano que Maradona hizo a la selección de Inglaterra en el Mundial de 1986?

“Cuando veo que se pelean los jugadores, los hinchas, me pregunto por qué. En casa lo hablamos mucho”, dice Nicolás Podjarny. Nico tiene 9 años y desde los 2 es socio del Club de Amigos. “Hago fútbol y natación.”

¿Resulta extraño hablar de juego limpio y poco frecuente encontrar equipos o jugadores que brillen por su fair play? “Jugar limpio es jugar sin hacer cosas que perjudiquen al otro con tal de ganar –explica Sofía Podjarny (13)–. Es seguir las reglas y respetar al otro.”

“El rival no es un enemigo”, agrega Florencia Díaz Arena (12). “A veces se gana, otra se pierde. –afirma Lucio Subellun (9)– A mí me gusta ganar, pero no se puede siempre.”

Jugar limpio es respetar el reglamento y al rival, porque sí importa cómo se gane. “Porque ganar numéricamente como necesidad absoluta va en contra del espíritu del juego limpio”, señala Cacho Vigil, ex director técnico de la selección nacional de hockey femenino y actual entrenador de los varones. “No sacar ventaja de esas «habilidades» creadas por el jugador –agrega Fenili–, como la de tirarse al piso y hacerte el muerto para pedir la amarilla o la expulsión del adversario. La viveza criolla se ensalza, los entrenadores suelen decirles a los chicos: «Pibe usted tiene que ser vivo quédese en el piso, no se levante». Tampoco le vas a pedir que se inmole, pero sí que juegue con las reglas.”

Por suerte uno encuentra casos que sirven de ejemplo, como la gloriosa tradición de los Sub 20 nacionales de Perkerman y Tocalli, en quedarse con el Premio Fair Play o la actitud del ex número 1 del tenis Andy Roddick, en el Masters Series de Roma de 2005, donde dio bueno un punto que el juez había dado por malo, que lo beneficiaba y con el que hubiese ganado un match. Noble actitud similar a la que Guillermo Vilas tuvo con José Luis Clerc en la final de Madrid de 1980 (ver aparte).

“Todo parece importar demasiado –dice Patricio Subellun (12)–, pasa en todos lados.” “Yo me pregunto por qué sigue pasando –reflexiona Florencia–, lo ves en la escuela, en la tele. Pasa con muchos deportes, se arreglan partidos, hay mucha plata en el medio, se juega como... si fuera la última vez.” “Si no ganan seguido, los técnicos se quedan afuera, ¿no?”, pregunta Patricio.

Mi hijo el campeón

Los medios juegan un papel fundamental en esta vorágine y la confesión de Osvaldo Coloccini, ex jugador y padre orgulloso de Fabricio (juega Deportivo La Coruña, en España). Lo pone al descubierto: “Ni en toda mi carrera de jugador tuve tanta prensa como la que consiguió mi hijo en un solo partido.”

El modelo del campeonismo, del éxito y por sobre todo de la fama está presente en los campos de juego. No importan el club, la categoría ni la disciplina, desde las tribunas se oyen los gritos de padres, madres y técnicos. ¿Alentando? No, exigiendo hasta lo imposible y marcando los “supuestos errores” de los chicos. “Estamos hablando de una cuestión social, de un reflejo que llega de la televisión, de las revistas, de los diarios –comenta Fenili, coautor del libro Mi hijo el campeón–. El mayor problema es que las miserias del deporte profesional se trasladaron al deporte infantil. Entonces, es frecuente encontrar chicos que sienten que no pueden equivocarse libremente y sin conflicto. La mirada del adulto suele calificar y sentenciar.”

El placer, el disfrute del juego, parecen términos caídos en desuso. “Con Pekerman siempre hablábamos con los chicos de la importancia de disfrutar del juego, porque eso debe ser lo más importante para los pibes. Hoy en cambio –enfatiza Tocalli–, están más atentos a esa sensación de demostrar, de que todos los miran, porque siempre se está en la búsqueda de un nuevo crack. Es una gran responsabilidad y nada tiene que ver con el deporte sino con la vorágine del momento que nos toca vivir.”

Un gran negocio, el deporte es una puerta por la que se puede acceder al éxito y ganar fortunas. “En 1985 estaba viendo por tevé la victoria de la rumana Virginia Ruzici y vi un cheque por una cantidad enorme. Ahí dije: «Mis hijas deben jugar a esto. Hay mucho dinero»”, confesó Richard, padre de Serena y Venus Williams, las hermanas maravilla del tenis, que llenaron de dinero las arcas de papá, ex guardia de seguridad y empleado de limpieza.

“Nos salvamos. El pibe es un Maradona”, la frase se repite una y otra vez porque la mayoría de los padres creen tener en su casa a un jugador talentoso que los “salvará”. “Los chicos son usados porque el fútbol es una picadora de carne.” La frase pertenece a José María Aguilar, presidente de River Plate. Pareciera no haber límites, en los últimos años los “reclutadores” recorren las canchas de todo el país en busca de jóvenes talentos, chicos cada vez más chicos, de 9 o 10 años, que son tentados por importantes clubes europeos. “La crisis económica por la que atraviesa la Argentina empuja a que esto ocurra. No tienen escapatoria –dice Ramón Maddoni, director general del fútbol infantil de Boca–. Padres que no tienen trabajo buscan la manera de poder salvarse con una entrada de dinero que acá no pueden lograr y sí afuera.” Una tendencia que se repite en países de América latina y Africa. Los chicos llegan a Europa atraídos por contratos millonarios y en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) ya se piensa de qué manera evitar que se lleven a los chicos de los clubes locales.

“Por todo esto uno es testigo de competencias salvajes en las categorías infantiles, padres que no colaboran para que esto se dé de manera diferente, los entrenadores que les piden a los chicos lo mismo que a los grandes –dice Fenili–. Hay chicos que entran en un club y ya están hablando: «Este a los 20 años va a ser un Messi, un Ginóbili, un Federer». Una visión terrible.”

“...Espero volver en el futuro y no defraudar a los que están conmigo. Voy a volver. Sobrellevé la muerte de mi tío, la de Matías (Sosa Salvador, su mejor amigo), la de mi abuelo, que pasó mientras jugaba un torneo. Pero estoy pensando sólo en eso. Voy a volver porque tengo unos h… enormes. Gracias y perdón por todo esto”. Confesó Guillermo Coria, con lágrimas,en la conferencia que brindó el 6 de junio 2004 luego de perder Roland Garros frente a Gastón Gaudio. El Mago desnudó su mayor frustración: “Defraudé a mi familia”, dijo, ante la mirada de su padre y ex entrenador. “Fui el profesor de Guillermo hasta los 12 años; de ahí dejé de tener una relación tenística con él y pasé a tener relación de padre”, declaró en varias oportunidades Oscar “Cacho” Coria, el papá del tenista que llegó a ser número tres del mundo y que hoy le pide que se retire del tenis.

“Siempre les digo a los padres que necesito papás que construyan, no que destruyan –cuenta Marcelo Ramón Juárez, el director técnico del equipo del colegio Del Salvador, de Jujuy, ganador de la Copa Coca-Cola 2006, el torneo intercolegial para chicos de entre 13 y 15 años que promueve el juego limpio–. Tratamos de no darle oportunidad de opinar, porque saben que hay un entrenador, un equipo que trabaja con los chicos. A veces resulta imposible. Le pasó a Manuel (Quintana): en el medio de la semifinal se paró para contestarle al padre, que estaba dándole permanentemente indicaciones.”

Cero boliya, dicen así, arrastrando la ye al mismo tiempo los pibes del colegio. “Capaz vos le decís, le hablás y no lo entiende –cuenta Eugenio Gallardo Rosas, uno de los chicos que integra el equipo Del Salvador–. Lo hablé y otros también, pero van a la cancha y te siguen gritando, te siguen presionando, por eso decidí no darles importancia, porque no sólo te dicen cosas en la cancha, también en casa hablan, opinan.”

“En el mismo instante en que los hijos compiten, no importa en qué deporte, se puede ver las peores cualidades de los padres –lamenta el psicólogo deportivo Darrell Burnett–. El deporte juvenil era el único reducto de auténtica deportividad, pero eso ya ha pasado a la historia. Si los niños no se divierten, se está perdiendo la esencia deportiva.”

Filosofía de vida

“El hombre y el deporte, una amistad que nace en la niñez y perdura en el tiempo”, dice un cartel colgado en el gimnasio principal del Club de Amigos, un fiel reflejo del espíritu con el que trabaja el centro de iniciación deportiva que se especializa en niños. “El deporte como filosofía de vida, ese es el terreno en el que trabajamos –asegura Masci, presidente honorario del Club de Amigos–, porque el deporte en los niños da la oportunidad de desarrollo y maduración, no sólo física sino también mental y emocional.”

El deporte como un espacio de formación y recreación, en el que los chicos se encuentren cómodos y contentos. “Una de las principales causas de deserción y de decepción deportiva es la presión temprana que reciben los chicos –comenta Alfredo Fenili, que en la actualidad trabaja en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), en el área de capacitación–. Es frecuente encontrar pibes que a los 13 años, después de jugar 6, 7 años en divisiones infantiles con tanta presión, se sienten como veteranos. Es en ese momento cuando dicen basta y dejan para siempre el deporte.”

Orgulloso, el director técnico Marcelo Ramón Juárez dice sentirse orgulloso no sólo por haber conseguido en 2006 la Copa Coca-Cola, sino por haber logrado con los chicos de Del Salvador el premio Fair Play. “Buscamos formar un equipo que pueda trabajar en grupo, que los que están en la cancha se lleven bien, si es posible que sean amigos. Es necesario que se apoyen el uno al otro, que sean solidarios, y eso lo conseguimos. Considero importante que se premie este accionar para que sirva de ejemplo.”

Como a Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, a Ramiro y a Santiago Lozano (15) también les tocó compartir la cancha y consagrarse en el equipo del colegio Del Salvador. “Hay cosas que en el fútbol no van a cambiar demasiado –piensa en voz alta Ramiro–, como la hinchada. Quizá le podes hacer entender la mala presión que generan. Sé que es parte de la esencia del fútbol argentino, pero se puede cambiar. Lo que pasa en las tribunas nos afecta a todos.”

El deporte debe integrarse a nuestra vida, desde el lugar del juego, del placer y la salud. “Para nosotros, que un adulto diga que aprendió a amar el deporte y que practica tenis con sus amigos los fines de semanas es genial –confiesa Masci, voz del club por el que pasan más de nueve mil pibes por año–. La vivencia del deporte no es reemplazada por nada. Hay que volver a ensalzar la importancia de la práctica del deporte recreativo, que no requiere de ningún motivo especial, simplemente desear hacerlo, que sea divertido y placentero.”

“Mis papás siempre nos dijeron a mí y a mi hermano que es bueno hacer deporte, que es la mejor manera de cuidarnos. Nos exigen que hagamos algo, lo que más nos guste”, asegura Sofía. “Me divierto en el club –aclara Nicolás–. Estoy con mis amigos, juego, hago lo que me gusta.”


FUENTE: la nación.

ALGUNAS COSITAS DEL MUNDILLO OVALADO

Un punteo sobre algunos temas de interés que gobiernan la escena del rugby argentino y que han sucedido en esta intensa semana que termina.

La conducción de Los Pumas: Hoy por hoy, Fabián Turnes y Santiago Phelan son los máximos candidatos para ocupar el lugar que dejó vacante Marcelo Loffreda tras el Mundial. La información por publicada por el diario Olé y fuentes consultadas por este blog siguieron la misma línea. La decisión se conocerá el próximo miércoles, cuando se produzca la primera reunión del nuevo consejo directivo de la Unión Argentina de Rugby (UAR). La flamante conducción encabezada por Porfirio Carreras no desea postergar más el asunto y quiere que esa sea la noticia más importante que inaugure la gestión. “No hemos hablado todavía con nadie”, dijo anoche Carreras, aunque se estima que los dos ex Pumas aceptarán el ofrecimiento cuando este se produzca. Ambos tienen el respaldo de los jugadores del seleccionado y habrá que ver si en la esta estructura tienen lugar Les Cusworth y Mario Barandiarán, quienes dirigieron a Los Pumas en el test de fin de año ante Chile, en San Juan, y que integraron el cuerpo técnico en el último período. Turnes, de 43 años, y con pasado brillante en la celeste y blanca como centro -aunque también jugó de apertura- ya hizo su experiencia en Buenos Aires y con los juveniles. Phelan (33), ala de tackle tremendo en los Mundiales del 99 y 2003, estuvo con Argentina A, además de en su club, el CASI.

Primeros datos de Carreras: El hombre de Alumni -abogado, 60 años- asumió anoche como nuevo presidente de la UAR. Dijo: “Viene una época en la que va a ser necesario insertar a nuestro seleccionado nacional en una competencia más permanente, lo que va a posibilitar que el seleccionado, que es el principal elemento de difusión que tiene nuestro rugby, genere los recursos para el sostenimiento de la gran base y fortaleza que tiene nuestro juego, que es el juego amateur. Es el lugar donde se enseñan todos nuestros valores, enseñanzas y filosofía”. Agregó: “En este momento la Argentina no podría ingresar a un torneo como el Tres Naciones porque no tiene el control de sus jugadores. Eso es lo que hay que planificar, en qué manera podemos hacer un plan sustentable. También consignó que Hugo Porta seguirá siendo el representante en el International Rugby Board (IRB) “en la medida que comparta las ideas del Consejo y la forma de trabajar que tenemos”.

Futuro estatuto: Hoy, como anticipó este blog, se reunieron por primera vez los seis integrantes de la comisión mixta que en cinco semanas deberá entregar el proyecto con las nuevas pautas que regirán el rugby argentino. Asignación de los votos y el modo en cómo se encarará el profesionalismo son los temas clave.

El Mundial del 2011: En una medida que como mínimo puede considerársela injusta, el IRB determinó que las cabezas de serie para el Mundial de Nueva Zelanda, cuya final se disputará en el Eden Park de Auckland, sean los cuatro primeros del ranking, sin respetar la clasificación final del torneo celebrado en Francia. La resolución de los popes del rugby beneficia claramente a los All Blacks y a Australia, que finalizaron en los puestos quinto y octavo, respectivamente, y podría llegar a perjudicar a Los Pumas, que culminaron terceros. Hasta hoy, la Argentina sigue estando entre los cuatro primeros del ranking junto a los otros tres grandes del Hemisferio Sur, pero habrá que ver cómo sigue la historia en el futuro. Si esta situación cambia y Los Pumas no quedan como cabezas de serie, podrían integrar un grupo con Gales y Samoa, aunque también se podría presentar un escenario peor con Inglaterra o Francia y Escocia. No es un dato menor cuando se intenta un análisis sobre el apoyo para que la Argentina intervenga en una competencia permanente.

fuente: periodismo-rugby.com.ar

22 de febrero de 2008

20 de febrero de 2008

19 de febrero de 2008

LOS PUMAS INVITADOS OFICIALMENTE AL TRI NATIONS



No obstante, los dirigentes de la UAR alertaron que será complicado que los jugadores argentinos participen del torneo La Sanzar, el organismo rector del rugby de Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda, invitó formalmente a los Pumas para jugar contra los Wallabies de Australia, los Springboks de Sudáfrica y los All Blacks de Nueva Zelanda en el torneo Tres Naciones de este año, se supo aquí. El diario sudafricano The Times publicó que la Sanzar, envió la invitación oficial hacia la Argentina para formalizar lo conversado en las reuniones del IRB en Woking, Inglaterra, a fines del 2007. En ese sentido cabe aclarar que la idea es que Los Pumas no participen del certamen sino que enfrenten al equipo libre en cada fecha."El IRB está muy interesado en que la Argentina ingrese al Tri Nations y la invitación es el primer paso para iniciar el camino, aunque su participación está sujeta a la disponibilidad de jugadores", dijo Jonathan Stones, dirigente sudafricano. En ese sentido fuentes cercanas a la UAR indicaron a la agencia Noticias Argentinas que le pretensión es difícil decomplacer. El Tri Nations va del 5 de julio al 13 de septiembre fecha en que la mayoría de los integrantes del seleccionado argentino de rugby están de vacaciones o de pretemporada con sus respectivos equipos europeos. En ese sentido cabe consignar que la Sanzar no aceptaría bajo ningún punto de vista que Los Pumas asuman ese compromiso con un Argentina A. La Unión Argentina de Rugby deberá dar una respuesta a la invitación antes del 5 de marzo próximo. En los próximos días llegará al país Mpumelelo Tshume, representante de la Sanzar, con el objetivo de reunirse con los dirigentes argentinos el 24 o el 25 de febrero. El jueves asumirá la nueva conducción de la Unión Argentina de Rugby que está tratando de delinear su futuro por lo que será difícil cumplir el pedido de Sanzar.

15 de febrero de 2008

"ESTAMOS PARA CAMPEONES"


Francisco Lecot le reconoció a Rugby Fun que, pese la renovación del plantel, Buenos Aires es el gran candidato para el Argentino. El pilar tampoco se olvidó de su Regatas y anticipó que irán tranquilos con el objetivo inicial de clasificarse a la Zona Campeonato. ¡Mirá el plantel!
Los días pasan volando para el pilar de Regatas de Bella Vista. No es para menos. Al muy buen año pasado, que cerró jugando para Los Pumas en la segunda fecha del Sudamericano ante Chile, le sumó un comienzo más que alentador en este 2008. Fabián Turnés lo volvió a incluir en la lista del seleccionado de Buenos Aires y él no dudó en reconocer el auspicioso momento. “Por suerte arranqué muy bien el año”, lanzó Francisco Lecot, en una de sus primeras apreciaciones.
Buenos Aires se encuentra encarando su segunda semana de prácticas y por el momento es todo ilusión. “Los entrenamientos en el seleccionado están muy buenos, hay muchos chicos y muchas ganas”, señaló Pancho, quien agregó que “le estamos dando muy duro en la parte física con Ignacio Fernández Madero y ahora comenzamos a trabajar algo más con rugby. Estamos entrenando mucho y fuerte”.
El plantel viajó a Pinamar para una serie de amistosos en el marco de prácticas con vistas al debut en el Torneo Argentino, que será el 1° de marzo ante Cuyo aparentemente en la cancha de Lomas, y Lecot ya palpita el embarco: “El grupo está muy bueno. Es numeroso y hay mucha diversidad. Además como vamos a jugar con Buenos Aires desarrollo somos aún más”.
El pilar no le escapa al mote de ser candidato y se lo toma, más que nada, como un gran desafío. “Hay un poco de presión por jugar para Buenos Aires. Además el equipo se renovó bastante. Por ejemplo los Fernández Miranda no están. Los convocados ahora tenemos que demostrar que estamos capacitados para estar acá. Es un grupo joven, pero de todas maneras estamos para campeones”.
A Francisco Lecot se lo nota entusiasmado con la actualidad en el seleccionado de Buenos Aires, pero obviamente no se olvida de lo que vendrá más adelante, a partir de abril, con Regatas.
“Vamos a afrontar el año con mucha tranquilidad. Hay algunas modificaciones en los coachs,
pero no hay cambios drásticos dentro del plantel. La idea es no volverse loco por el año pasado. Nuestro objetivo será pasar a la Zona Campeonato y de ahí en adelante todo suma. Cuanto más avancemos, mejor”, resaltó el jugador del conjunto de Bella Vista, equipo que en 2007 quedó a pasos de meterse entre los cuatro mejores de la URBA.
Más allá de lo que acontece a nivel grupal, Pancho, obviamente, tiene bien en claro lo que quiere para él en esta temporada: “En lo personal voy a tratar de mejorar en varios aspectos. Puntualmente me voy a enfocar en progresar en el juego en sí, pero sobre todo trataré de focalizar en lo técnico y en lo físico”. Allá va Lecot, frenando a quien se le ponga delante, empujando con furia y ganando metros sobre el césped. Abran paso.

Fuente: rugbyfun

14 de febrero de 2008

LA CAPITAL DEL MUNDO - ERNEST HEMINGWAY

Hay en Madrid infinidad de muchachos llamados Paco, diminutivo de Francisco. A propósito, un chiste de sabor madrileño dice que cierto padre fue a la capital y publicó el siguiente anuncio en las columnas personales de El Liberal: PACO, VEN A VERME AL HOTEL MONTAÑA EL MARTES A MEDIODÍA, ESTÁS PERDONADO, PAPÁ; después de lo cual fue menester llamar a un escuadrón de la Guardia Civil para dispersar a los ochocientos jóvenes que se habían creído aludidos. Pero este Paco, que trabajaba de mozo en la Pensión Luarca, no tenía padre que le perdonase ni ningún motivo para ser perdonado por él. Sus dos hermanas mayores eran camareras en la misma casa. Habían conseguido ese empleo simplemente por haber nacido en la misma aldea que otra ex camarera de la pensión, que con su asiduidad y honradez llenó de prestigio a su tierra natal y preparó buena acogida para la gente que de allí llegase. Dichas hermanas le habían costeado el viaje en ómnibus hasta Madrid y obtenido su actual ocupación de aprendiz de mozo. En la aldea de donde provenía, situada en alguna parte de Extremadura, imperaban condiciones de vida increíblemente primitivas, los alimentos escaseaban y las comodidades eran desconocidas, y tuvo que trabajar mucho desde muy pequeño.
Se trataba de un muchacho bien formado, con cabellos muy negros y más bien crespos, dientes blancos y un cutis envidiado por sus hermanas. Además, poseía una sonrisa cordial y sencilla. Su salud era excelente, cumplía a las mil maravillas con su trabajo y amaba a sus hermanas, que parecían hermosas y avezadas al mundo. Le gustaba Madrid, que todavía era un lugar inverosímil, y también su trabajo, que llevaba a cabo entre luces resplandecientes y con camisas limpias, trajes de etiqueta y abundante comida en la cocina, todo lo cual le parecía excesivamente romántico.
Entre ocho y una docena eran las personas que vivían en la Pensión Luarca y comían en el comedor, pero Paco, el más joven de los tres mozos que atendían las mesas, sólo tenía en cuenta a los toreros, los únicos que existían para él.
También vivían en la pensión toreros de segunda clase, porque su situación en la calle San Jerónimo les convenía, además de que la comida era excelente y el alojamiento y la pensión resultaban baratos. El torero necesita la apariencia, si no de prosperidad, por lo menos de crédito, ya que el decoro y el grado de dignidad, aparte del valor, son las virtudes más apreciadas en España, y los toreros permanecían allí hasta gastar sus últimas pesetas. No existen antecedentes de que alguno de ellos hubiera abandonado la Pensión Luarca por un hotel mejor o más caro; los de segunda clase no mejoraban nunca su situación; pero la salida del Luarca se producía con rapidez ante la aplicación automática de la norma según la cual nadie que no hiciese nada podía permanecer allí ya que la mujer a cargo de la pensión únicamente presentaba la cuenta sin que se la pidieran cuando sabía que se trataba de un caso perdido.
Por entonces eran huéspedes de la pensión tres diestros, dos picadores muy buenos y un excelente banderillero. El Luarca constituía un verdadero lujo para los picadores y banderilleros, que, como tenían sus familias en Sevilla, necesitaban alojamiento en Madrid durante la estación primaveral. Pero les pagaban bien y tenían trabajo seguro, pues tal clase de subalternos escaseaban mucho aquella temporada. Por lo tanto, era probable que esos tres subalternos ganasen más que cualquiera de los tres matadores. De éstos, uno estaba enfermo y trataba de ocultarlo; otro ya había perdido la preferencia que el público le otorgó como novedad; y el tercero era un cobarde.

En cierta época, hasta que recibió una atroz cornada en la parte baja del abdomen, en su primera temporada como torero, el cobarde poseía coraje excepcional y habilidad notable y todavía conservaba muchas de las sinceras admiraciones de sus días de éxito. Era excesivamente jovial y reía constantemente, con o sin motivo. En la época de sus triunfos fue muy aficionado a las chanzas, pero ahora había perdido ésa costumbre. Estaban seguros de que ya no la conservaba. Este matador tenía un rostro inteligente y franco, y se comportaba en forma muy correcta.
El matador enfermo tenía cuidado de no revelar nunca esta circunstancia, y era minucioso en lo de comer un poco de todos los platos que servían en la mesa. Tenía gran cantidad de pañuelos, que él mismo lavaba en su cuarto, y, últimamente, vendió sus trajes de torero. Había vendido uno, por poco dinero, antes de Navidad, y otro en la primera semana de abril. Eran trajes muy caros, que siempre fueron bien conservados, y todavía le quedaba uno. Antes de ponerse enfermo fue un torero muy prometedor y hasta sensacional, y, aunque no sabía leer, tenía recortes según los cuales se lució más que Belmonte al hacer su debut en Madrid. Comía siempre solo en una mesa pequeña y pocas veces levantaba la vista del plato.
El matador que en una ocasión fue una novedad en el ambiente era muy bajo, muy moreno y muy serio. También comía solo en una mesa separada. Sonreía rara vez y nunca reía con estruendo. Era de Valladolid, donde la gente es demasiado seria, y lo consideraban un torero hábil; pero su estilo había pasado de moda antes de que hubiese podido ganar el afecto del público con sus virtudes: coraje y serena inteligencia. Por lo tanto, su nombre en un cartel no atraía público a la plaza, La novedad consistía en su baja estatura, que apenas le permitía ver más arriba de las cruces del toro, pero no era el único con esa particularidad y jamás logró conquistar el afecto del público.

De los picadores, uno tenía cara de gavilán y era canoso, delgado, pero con piernas y brazos fuertes como el acero. Siempre usaba botas de ganadero debajo de los pantalones; por las noches bebía demasiado, y en cualquier momento se detenía en la contemplación amorosa de todas las mujeres de la pensión. El otro era alto, corpulento, de cara trigueña, buen mozo, con el cabello negro como el de un indio y manos enormes. Ambos eran grandes picadores, aunque del primero se decía que había perdido gran parte de su destreza por entregarse a la bebida y a la disipación; y del segundo, que era demasiado terco y pendenciero para poder trabajar más de una temporada con cualquier matador.
El banderillero era de edad madura, canoso, ágil como un gato a pesar de sus años y, al verle sentado a la mesa, se diría estar en presencia de un próspero hombre de negocios. Sus piernas estaban todavía en buenas condiciones para aquella temporada y, mientras pudieran moverse, tenía bastante inteligencia y experiencia como para conservar el trabajo por largo tiempo. La diferencia estaría en que, cuando perdiera la rapidez de sus pies, siempre tendría miedo en los aspectos que ahora no lo inquietaban, tanto en la arena como fuera de ella.
Aquella noche, todos habían salido del comedor, excepto el picador de cara de gavilán que bebía demasiado, el subastador de relojes en las exposiciones regionales y fiestas de España, que también era muy aficionado a empinar el codo, y dos sacerdotes gallegos que estaban sentados en un rincón y bebían, si no demasiado, por lo menos bastante. En aquella época, el vino estaba incluido en el precio del alojamiento y la pensión, y los mozos acababan de traer frescas botellas de Valdepeñas a las mesas del subastador de rostro estigmatizado, luego a la del picador y, finalmente, a la de los dos curas.
Los tres camareros estaban ahora en un extremo del salón. Según el reglamento de la casa, tenían que permanecer allí hasta que abandonaran el comedor los comensales cuyas mesas atendían, pero el que tenía a su cargo la mesa de los dos sacerdotes tenía que asistir a una reunión de carácter anarco­sindicalista, y Paco había aceptado reemplazarlo en sus tareas habituales.
Arriba, el matador enfermo estaba acostado boca abajo en la cama, solo. El diestro que había dejado de ser una novedad miraba por la ventana mientras se preparaba para ir al café, y el torero cobarde tenía en su cuarto a la hermana mayor de Paco y trataba de lograr de la muchacha algo a lo que ella, entre carcajadas, se negaba.

-Ven, salvajilla.

-No -dijo la mujer.

-Por favor.

-Matador -dijo ella, cerrando la puerta-. Mi matador...

Dentro de la habitación, él se sentó en la cama. Su rostro presentaba todavía la contorsión que, en la arena, transformaba en una constante sonrisa, asustando a los espectadores de las primeras filas que sabían de qué se trataba.

-Y esto -estaba diciendo en voz alta-. Toma. Y esto. Y esto.

Recordaba perfectamente la época de su plenitud, apenas hacía tres años. Recordaba el peso de la chaqueta de torero espolinada de oro sobre sus hombros, en aquella cálida tarde de mayo, cuando su voz todavía era la misma tanto en la arena como en el café. Recordaba cómo suspiró junto a la afilada hoja que pensaba clavar en la parte superior de las paletas, en la empolvada protuberancia de músculos, encima de los anchos cuernos de puntas astilladas, duros como la madera, y que estaban más bajos durante su mortal embestida. Recordaba el hundir de la espada, como si se hubiese tratado de un enorme pan de manteca; mientras la palma de la mano empujaba el pomo del arma, su brazo izquierdo se cruzaba hacia abajo, el hombro izquierdo se inclinaba hacia adelante, y el peso del cuerpo quedaba sobre la pierna izquierda... pero, en seguida, el peso de su cuerpo no descansó sobre la pierna izquierda, sino sobre el bajo vientre, y mientras el toro levantaba la cabeza él perdió de vista los cuernos y dio dos vueltas encima de ellos antes de poder desprenderse. Por eso ahora, cuando entraba a matar, lo cual ocurría muy rara vez, no podía mirar los cuernos sin perder la serenidad.
Abajo, en el comedor, el picador miraba a los curas desde su asiento. Si hubiese mujeres en el salón, a ellas hubiera dirigido su mirada. Cuando no había mujeres, observaba con placer a un extranjero, a un inglés, pero, como no había ni mujeres ni extranjeros, ahora miraba con placer e insolencia a los dos sacerdotes. Entretanto, el subastador de cara estigmatizada se puso de pie y salió después de doblar su servilleta, dejando llena hasta la mitad la botella de vino que había pedido. No terminó toda la botella porque tenía varias cuentas sin pagar en el Luarca.
Los dos curas no se fijaron en el picador, pues conversaban animadamente. Uno de ellos decía:

-Hace diez días que estoy aquí, esperando verlo. Me paso el día entero en la antesala y no quiere recibirme.

-¿Qué hay que hacer, entonces?

-Nada. ¿Qué puede hacer uno? No se puede ir en contra de la autoridad.

-He estado aquí dos semanas, y nada. Espero, pero no quieren verme.

-Venimos de la tierra abandonada. Cuando se acabe el dinero podemos volver.

-A la tierra abandonada. ¿Qué le importa a Madrid, Galicia? Somos una región pobre.

-En Madrid es donde uno aprende a comprender las cosas. Madrid mata a España.

-Si por lo menos atendieran a uno, aunque fuese para una respuesta negativa...

-No. Tiene que esperar hasta cansarse y desfallecer.

-Pues bien, ya veremos. Puedo esperar como lo hacen otros.

En este momento, el picador se puso de pie, caminó hacia la mesa de los sacerdotes y se detuvo cerca de ellos, con su pelo canoso y su cara de gavilán, mientras los miraba con una sonrisa.

-Un torero -explicó uno de los curas al otro.

-¡Y qué torero! -dijo el picador, y de inmediato salió del comedor, con la chaqueta gris, el talle ajustado, las piernas estevadas y los estrechos pantalones que cubrían sus botas de ganadero de altos tacones, que sonaron con golpes secos cuando se alejó fanfarroneando, mientras sonreía porque sí. Su mundo profesional pequeño y estrecho, era un mundo de eficiencia personal, de nocturnos triunfos alcohólicos y de insolencia. Encendió un cigarrillo y salió rumbo al café, no sin antes inclinar bien su sombrero en el zaguán.
Los curas salieron inmediatamente después del picador, dándose prisa al advertir que eran los últimos en abandonar el comedor, y entonces no quedó nadie en el salón, excepto Paco y el camarero de edad madura, que limpiaron las mesas y llevaron las botellas a la cocina.
En la cocina estaba el muchacho que lavaba los platos. Tenía tres años más que Paco y era muy cínico y mordaz.

-Toma esto -dijo el hombre mientras llenaba un vaso de Valdepeñas y se lo ofrecía.

-¿Y por qué no? -y el joven tomó el vaso.

-¿Y tú, Paco?

-Gracias -dijo éste, y los tres se pusieron a beber.

-Bueno, yo me voy -dijo el mozo viejo.

-Buenas noches -le dijeron los jóvenes.

Salió y ellos se quedaron solos. Paco tomó la servilleta que había usado uno de los curas y, erguido, con los tacones plantados, la bajó mientras seguía el movimiento con la cabeza, y con los brazos efectuó una lenta y vasta verónica. Luego se dio vuelta y, adelantando ligeramente el pie derecho, hizo el segundo pase, ganó un poco de terreno sobre el imaginario toro y realizó un tercer pase, lento, suave y perfectamente medido. Después recogió la servilleta hasta la cintura y balanceó las caderas, evitando la embestida del toro con una media verónica.
El muchacho que lavaba los platos, que se llamaba Enrique, lo observaba con un gesto de desprecio.

-¿Qué tal es el toro? -preguntó.

-Muy bravo -dijo Paco-. Mira.

Y, deteniéndose, erguido y esbelto, hizo cuatro pases más, perfectos, suaves, elegantes y graciosos.

-¿Y el toro? -preguntó Enrique, apoyado en el fregadero. Tenía puesto el delantal y todavía no había terminado su vaso de vino.

-Tiene gasolina para rato -contestó el otro.

-Me das lástima -dijo Enrique.

--¿Por qué? ¿Está mal?

-Fíjate.

Enrique se quitó el delantal y, mientras señalaba al toro imaginario, esculpió cuatro gigantescas verónicas perfectas y lánguidas, y terminó con una rebolera que hizo girar el delantal sobre el hocico del toro mientras se alejaba de él.

-¿Qué te parece? -concluyó-. ¡Y pensar que tengo que ganarme la vida lavando platos!

-¿Por qué?

-Por el miedo. El mismo miedo que tendrías tú al encontrarte en la arena frente a un toro.

-No -replicó Paco-. Yo no tendría miedo.

-¡Bah! Todos tienen miedo. Pero un torero puede dominar ese miedo y vencer al toro. Cierta vez intervine en una lidia de aficionados y tuve tanto miedo que escapé corriendo. Todos creían que sería algo muy divertido. Tú también te asustarías. Si no fuera por el miedo, cualquier limpiabotas de España sería torero. Y tú, un muchacho del campo, te asustarías más que yo..

-No -dijo Paco.

En su imaginación lo había hecho muchísimas veces. Infinidad de veces vio los cuernos, el hocico húmedo del toro, las orejas crispadas y luego cómo agachaba la cabeza para la embestida. Oía el golpe seco de los cascos del animal. Lo veía pasar a su lado mientras él balanceaba la capa. Vio la nueva embestida y volvió a balancear la capa, y luego una y otra vez, para concluir mareando al animal con su gran media verónica y alejándose con oscilaciones de las caderas, con pelos del toro que se habían prendido de los adornos de oro de su chaqueta en los pases más ajustados. El toro había quedado hipnotizado y la multitud aplaudía con entusiasmo... No, no tendría miedo. Otros podían sentirlo, pero él no. Sabía que iba a ser así. Aunque siempre hubiera tenido miedo, estaba seguro de que podría hacerlo con toda calma. Tenía confianza.

-Yo no tendría miedo -repitió.

-¡Bah! -volvió a exclamar Enrique, y después de una pausa agregó-: ¿Y si hiciéramos la prueba?

-¿Cómo?

-Mira -explicó el lavador de platos-. Tú piensas siempre en el toro, pero te olvidas de los cuernos. El toro tiene tanta fuerza que los cuernos cortan como un cuchillo, se clavan como una bayoneta y matan como un garrote. Mira -y al decir esto abrió un cajón de la mesa y sacó dos cuchillas de cortar carne-. Las ataré a las patas de una silla. Luego haré de toro poniéndola delante de mi cabeza. Imaginémonos que las cuchillas son los cuernos. Si logras hacer esos pases, puedes ser considerado una cosa seria.

-Préstame tu delantal. Lo haremos en el comedor.

-No -dijo Enrique, despojándose repentinamente de su amargura habitual-. No lo hagas, Paco.

-Sí. No tengo miedo.

-Pero lo tendrás, cuando veas cómo se acercan las cuchillas...

-Ya veremos -concluyó Paco-. Dame el delantal.

Y Enrique empezó a atar las dos cuchillas de hoja gruesa y afilada como la de una navaja a las patas de la silla, utilizando dos servilletas sucias que arrollaba a la altura de la mitad de cada cuchilla, apretándolas lo más fuerte que le era posible.
Entretanto, las dos camareras, hermanas de Paco, se dirigían al cine para ver a Greta Garbo en «Anna Christie». De los dos sacerdotes, uno estaba sentado leyendo su breviario, y el otro rezaba el rosario. Todos los toreros de la pensión, excepto el que se encontraba enfermo, habían hecho ya su aparición nocturna en el café Fornos, donde el picador corpulento y de cabellos negros jugaba al billar, y el matador bajo y respetuoso se hallaba delante de una taza de café con leche en una mesa muy concurrida, al lado del banderillero y de unos obreros serios.
El picador canoso dado a la bebida, tenía un vaso de brandy cazalás y observaba con placer la mesa ocupada por el matador que ya había perdido el coraje, otro que renunciaba a la espada para ser de nuevo banderillero y dos viejas prostitutas.
Por su parte, el subastador estaba charlando con varios amigos en la esquina; el camarero alto estaba en la reunión anarco-sindicalista, esperando con ansiedad la ocasión de hacer uso de la palabra, y el mayor de los camareros se encontraba sentado en la terraza del Café Álvarez, bebiendo una copa de cerveza. En cuanto a la dueña de la Pensión Luarca, dormía ya, boca arriba, con el almohadón entre las piernas. Era una mujer alta, gorda, honrada, limpia, tranquila y muy religiosa. Todavía añoraba a su marido y no dejaba de rezar por él todos los días, a pesar de que hacia veinte años que había muerto. El matador enfermo continuaba en su cuarto, solo, acostado boca abajo, con un pañuelo en la boca.
En el desierto comedor, Enrique estaba haciendo el último nudo en las servilletas que ataban las cuchillas a las patas de la silla. Después dirigió las patas hacia adelante y sostuvo la silla sobre su cabeza, a cada lado de la cual apuntaba una de las afiladas cuchillas.

-Pesa mucho -dijo-. Mira, Paco, va a ser muy peligroso. No lo hagas.

Estaba sudando...

Frente a él, Paco sostenía el delantal extendido, con un pliegue en cada mano, con los pulgares arriba y los índices hacia abajo, esperando la carga de la imaginaria bestia.

-Avanza en línea recta -indicó-. Luego vuélvete como hace el toro. Y hazlo todas las veces que quieras.

-¿Y cómo sabrás cuándo cortar el pase? -preguntó Enrique-. Es mejor hacer tres y después una media.

-Entendido. Pero, ¿qué esperas? ¡Eh, torito! ¡Ven, torito!

Con la cabeza gacha, Enrique corrió hacia él, y Paco balanceó el delantal junto a la afilada cuchilla, que pasó muy cerca de su vientre, negro y liso, de puntas blancas, y cuando Enrique se dio vuelta para volver a atropellar, vio la masa cubierta de sangre del toro y oyó el golpe de los cascos que pasaban a su lado, y, ágil como un gato, retiró la capa, dejando que aquél siguiera su carrera. Enrique preparó entonces una nueva embestida y esta vez, mientras calculaba la distancia, Paco adelantó demasiado su pie izquierdo -cosa de dos o tres pulgadas- , y la cuchilla penetró en su cuerpo con la misma facilidad que si se hubiese tratado de un odre. Entonces sintió un calor nauseabundo junto con la fría rigidez del acero. Al mismo tiempo oyó que Enrique gritaba:

-¡Ayl ¡Ay! ¡Déjame que lo saque! ¡Déjame sacártelo!

Paco cayó hacia adelante, sobre la silla, sosteniendo todavía en sus manos el delantal convertido en capa. Enrique, en su afán de separar al compañero, empujaba la silla, y la cuchilla se hundía en él, en él, en Paco...

Por fin salió, y él se sentó sobre el piso, en el charco caliente que se agrandaba cada vez más.

-Ponte la servilleta encima. ¡Fuerte! -dijo Enrique-. Aprieta bien. Iré corriendo en busca del médico. Debes contener la hemorragia.

-Haría falta una ventosa de goma -respondió Paco, que había visto usar eso en la arena.

-Yo atropellé en línea recta -balbuceó Enrique, sollozando-. Lo único que quería era mostrarte el peligro...

-No te preocupes -la voz de Paco parecía lejana-, pero trae el médico.

En la arena, cuando alguien resulta herido, lo levantan y lo llevan corriendo a la sala de operaciones. Si la arteria femoral se vacía antes de llegar, llaman al sacerdote...

-Avisa a uno de los curas -continuó Paco, que sostenía la servilleta con todas sus fuerzas contra la parte baja del abdomen. No podía creer que le hubiera ocurrido aquello.

Pero Enrique ya estaba en la calle San Jerónimo y se dirigía corriendo hacia el dispensario de urgencia. Paco se quedó solo. Primero se levantó, pero el dolor lo hizo caer de nuevo, y permaneció en el suelo hasta lanzar el último suspiro, sintiendo que su vida se escapaba como el agua sucia sale de la bañera cuando uno levanta el tapón. Estaba asustado, y, al sentirse desfallecer, trató de decir una frase de contrición. Recordaba el comienzo, pero apenas pronunció, con la mayor rapidez posible: «¡Oh, Dios mío! Me arrepiento sinceramente de haberte ofendido, a Ti, que mereces todo mi amor, y resuelvo firmemente...»; se sintió ya demasiado débil y cayó boca abajo sobre el piso, expirando en pocos segundos. Una arteria femoral herida se vacía más pronto de lo que uno piensa.
Mientras el médico del dispensario subía por la escalera acompañado por el agente de policía, que llevaba del brazo a Enrique, las dos hermanas de Paco estaban en el monumental cinematógrafo de la Gran Vía. La película de la Garbo les deparó una gran desilusión. Nadie quedó conforme con el mísero papel de la gran estrella, pues estaban acostumbrados a verla siempre rodeada de gran lujo y esplendor. Los espectadores demostraban su desagrado mediante silbidos y pateos. Los otros habitantes del hotel estaban haciendo casi exactamente lo mismo que cuando ocurrió el accidente, excepto los dos curas, que habían terminado sus devociones y se preparaban para ir a dormir, y el canoso picador, que trasladó su copa a la mesa ocupada por las dos viejas prostitutas. Un poco más tarde salió del café con una de ellas: la que había acompañado en la borrachera al matador que perdiera el coraje.
Y el joven Paco no se enteró nunca de esto ni de lo que aquella gente iba a hacer al día siguiente. Ni se imaginaba cómo vivían, en realidad, ni cómo terminarían sus existencias. Murió, como dice la frase española, lleno de ilusiones. No había tenido tiempo en su vida para perder ninguna de ellas, ni siquiera, al final, para completar un acto de contrición.

Tampoco tuvo tiempo para desilusionarse por la película de Greta Garbo, que defraudó a todo Madrid durante una semana.